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Teoría y Práctica de la Conservación del Patrimonio Arquitectónico: Soluciones de Compromiso

Por A. Elena Charola

Elena Charola

Research Scientist, Museum Conservation Institute, Smithsonian Institution

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Siempre esta nostalgia, esta inseparable nostalgia que todo lo aleja y lo cambia.

Rafael Alberti, Balada de la Nostalgia Inseparable, Baladas y  Canciones del Paraná.(1953–1954)

Frente a un monumento, tal como los de la acrópolis de Atenas, verificamos la validez de la introducción de la Carta de Venecia (ICOMOS, 1964) que observa:

 

               “Portadoras de un mensaje espiritual del pasado, las obras monumentales de cada pueblo son actualmente el testimonio vivo de sus tradiciones seculares. La humanidad, que cada día toma conciencia de la unidad de los valores humanos, las consideran como un patrimonio común, y pensando en las generaciones futuras, se reconoce solidariamente responsable de su conservación.”

 

Este documento, que se puede considerar como la base de la teoría de conservación actual, fue el resultado del II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos que se reunieron en Venecia en 1964. Pero ya anteriormente, varios otros documentos habían sido producidos en otras reuniones y en varios países (ICOMOS, 1931; Burman, 1997), para tratar de evitar las intervenciones que, desde el siglo XIX, se venían practicando. Éstas eran, más que intervenciones de conservación o restauración, reconstrucciones totales o parciales (Ceschi, 1970; Jokilehto, 1999). Esta corriente de 'restauración' se originó fundamentalmente a raíz de los importantes cambios sociales generados por la revolución industrial. En general, la conciencia de la importancia de la conservación del patrimonio cultural ha surgido siempre como consecuencia de un cambio radical, pues la percepción de un edificio o estructura como un monumento histórico requiere no solo del pasaje de tiempo, sino también de una interrupción o cambio drástico en el uso y la historia de un edificio.

La Carta de Venecia no da 'instrucciones' respecto a cómo encarar una intervención de conservación sino que sugiere las orientaciones a seguir y es preciso tener ciertos conocimientos de la historia y de la teoría de conservación para poder interpretarla adecuadamente (Bell, 1997). En la práctica, las intervenciones deben ser guiadas por los tres principios básicos de la conservación, a saber:

    • el principio de la mínima intervención,

    • el principio de la compatibilidad de materiales,

    • el principio de tratamientos removibles o re-aplicables.

Este último replantea el llamado principio de la reversibilidad que fuera introducido como concepto en el campo de la restauración de pinturas de caballete, que periódicamente necesitan ser re-barnizadas. En el campo de la conservación arquitectónica este concepto no tiene sentido, pues ni siquiera una simple operación como la limpieza de un edificio es reversible. Pero sí es importante que cualquier intervención realizada pueda ser desmontada, como en el caso de intervenciones estructurales, o no interfiera con una futura intervención cuando se trata de tratamientos de materiales. Es evidente que formular principios que guíen las intervenciones a nivel interdisciplinario no es fácil.

Es importante recalcar que una intervención de conservación no es simplemente una operación técnica, sino una actividad cultural con implicancias técnicas (Henriques, 1994; Carunchio, 1996). Es decir que, en primer lugar se debe definir el objetivo de la intervención teniendo en cuenta su valor y la importancia de mantener la autenticidad del monumento, y que solamente entonces, es posible seleccionar las medidas técnicas apropiadas para lograr este objetivo. La dificultad reside muchas veces en la determinación del objetivo de la intervención, que la Carta de Venecia define como:

    “La conservación y restauración de los monumentos tiene como fin salvaguardar tanto la obra de arte como el testimonio histórico.”

Se puede decir que la intervención de conservación es la estabilización de la condición actual del monumento a fin de salvaguardar este valioso patrimonio para futuras generaciones. Y este objetivo es válido para aquellos monumentos que son 'patrimonio común', como ha sido definido en la Carta de Venecia, y que actualmente podemos equiparar a los listados como Patrimonio Mundial y que simplemente llamaremos 'de primera magnitud'. Toda la metodología desarrollada en el campo de la conservación, hasta el momento, se ha limitado a la salvaguardia de este tipo de monumento (Haasler y Kohler, 2001).

También es importante recordar que la conservación de un monumento, aún en las mejores condiciones, puede estar en conflicto con uno o más de sus valores. Por ejemplo, poner un objeto en un museo, acción que garantiza su conservación, lo quita del entorno en el que fue creado y/o utilizado. El objeto se transforma literalmente en una 'pieza de museo' y ya no vive. Pero, si vive en su entorno puede morir, es decir puede deteriorarse de tal manera que deja de ser el objeto que conocemos. Este es en síntesis el dilema de la conservación. Se sacrifica algo del objeto para poder 'preservarlo' a fin que las futuras generaciones lo puedan conocer y apreciar.

En el caso de monumentos de primera magnitud expuestos a la intemperie, cualquier intervención que se haga, aún la más respetuosa, cambiará el monumento.

Aún si la intervención es simplemente una operación de limpieza que quita sustancias nocivas, —como ser las costras negras de yeso que se forman por la polución atmosférica, —a fin de reducir la oportunidad de deterioro de los materiales constituyentes. El monumento ya no será exactamente el mismo que antes de la intervención. Pero si no se hace la intervención, el monumento también cambiará por el deterioro que sufrirá. El quid de la cuestión es que los monumentos cambian con el tiempo y que el tiempo no se puede detener.

La conservación, por lo tanto, tiene la difícil decisión de determinar cuál es el valor del monumento a preservar. Y esta decisión se complica, pues la percepción humana del valor de un monumento cambia con la época. ¿Ante estos problemas, cómo se han de abordar las intervenciones de conservación? En primer lugar, es fundamental realizar una evaluación y documentación exhaustiva del monumento a intervenir. Para este fin, las tres guías que acompañan a la Carta Australiana de Burra (ICOMOS, 1982), —para determinar el significado cultural, la política de conservación, y el procedimiento para los estudios e informes—, pueden ayudar en la preparación de esta etapa. A pesar de que estas guías fueron escritas específicamente para sitios arqueológicos o de importancia cultural para los nativos australianos, también ha servido para resolver dilemas en casos específicos en Inglaterra (Burman, 1997).

Pero la mayor parte de las actuales intervenciones de conservación deben realizarse en estructuras que no caen bajo la restrictiva definición 'monumento' de la Carta de Venecia. Estos últimos podrían llamarse de 'segunda o tercera magnitud', y para ellos es preciso ampliar la definición del objetivo de la intervención de conservación, como ser la de preservar el significado cultural del monumento y que, por lo tanto, cambios y adiciones al mismo son aceptables (Vestheim et al., 2001). En esta clasificación entran los entornos de monumentos y zonas urbanas enteras como las que son referidas por UNESCO (1976) y la Carta de Washington (ICOMOS, 1987), y es importante recordar que esta última indica que la conservación de centros históricos y áreas urbanas interesa primeramente a los residentes. En estos casos, a pesar de que el valor del monumento es menor, o quizás porque el valor del monumento es menor, el dilema de definir el objetivo de la intervención de conservación es aún mayor. Hay varias razones para ello, en primer lugar el hecho que la responsabilidad de la estructura no recae sobre un solo dueño, como en el caso de monumentos de valor internacional que, en general, dependen directamente del gobierno nacional. Y habiendo más 'dueños' hay mayor probabilidad de intereses creados, tema conocido cuando se trata de rehabilitar centros históricos o preservar áreas urbanas en las que los residentes tienen voz y voto.

Como ejemplo de lo que puede ser un extremo de este tipo de intervención sirve la adaptación de un grupo de inmuebles en el Viejo Montreal, Canadá, para acomodar el Centro de Comercio Mundial de Montreal. Los edificios, muchos de los cuales ya habían sufrido previas renovaciones, fueron vaciados totalmente para reconstruir sus interiores, intervención que necesitó del apuntalamiento total de las fachadas, pues también se construyó una playa de estacionamiento subterránea. La intervención, netamente de rehabilitación, sirvió para mantener la textura y el significado cultural de esta parte importante del Viejo Montreal (Bumbaru, 1989) que de otra manera se hubiera perdido totalmente. A diferencia de esta intervención que puede considerarse habitual en América del Norte, donde áreas urbanas enteras son abandonadas por el éxodo a los suburbios, la conservación de áreas urbanas típicas de pequeños villorrios con uso continuo fue discutida para el caso de Haute Provence en Francia (Belmont, 1987). Señala que su intervención requiere de otros parámetros que los tradicionales de conservación, arquitectura y urbanismo, y recalca que un enfoque atento, paciente, laborioso y abierto, pragmático en todo sentido, puede ayudar en la definición del objetivo que no es otro que la historia misma del villorrio.

También cabe destacar la diferencia de planteamiento que puede resultar cuando un mismo tipo intervención se lleva a cabo en diferentes países, y se puede ejemplificar con la preservación de esculturas que adornan los jardines que originalmente correspondían a palacios y que actualmente son jardines públicos: los jardines de las Tuileries en París y del Belvedere en Viena. Las esculturas que se encuentran en estos jardines no tienen valor artístico intrínseco, sino que son decoraciones que complementan el diseño del jardín. Así como el valor de estos jardines no reside en las plantas en sí sino en su disposición y cuidado, también las esculturas deben ser cuidadas para mantener la integridad total del jardín. Mientras que en las Tuileries, los jarrones de mármol se reponen a medida que los detalles tallados se erosionan con el paso del tiempo (y la polución aérea) (Figura 1), en el Belvedere, las esfinges y otras estatuas que adornan el jardín están revestidas con un revoque de sacrificio (Figura 2). La razón de esta diferencia está en la tradición nacional que, en parte, responde al hecho que las estatuas del Belvedere no fueron talladas en mármol sino en piedra caliza mucho más susceptible al deterioro y que ya, tradicionalmente, se protegían con pinturas al aceite y blanco de plomo a fin de imitar la apariencia del mármol. A la fecha es difícil saber cuánto queda de original en cada escultura, dados las muchas restauraciones que han sufrido luego de años de abandono, deterioro natural y daños en las guerras. Pero tanto los jardines de las Tuileries como los del Belvedere han mantenido su integridad estética, su autenticidad como jardín, a pesar de que los elementos individuales ya no son los originales.

Figura 1: Jarrones de mármol en el Jardín de las Tuileries, París, Francia. El jarrón en primer plano es una réplica nueva, mientras que el del segundo plano no fué reemplazado aún, mostrando la costra negra resultante de la polución área que también erosiona los detalles esculpidos (Foto: A.E.Charola, 1982)

Figura 2: Las esfinges en el Jardín del Palacio Belvedere, Viena, Austria, tradicionalmente se revocan con una fina capa de sacrificio para proteger la piedra y presentar, a la distancia, la apariencia de una escultura de mármol. (Foto: A.E.Charola, 1998)

El caso de las esfinges del jardín del Belvedere da la oportunidad de presentar otro de los problemas que aquejan con mayor frecuencia las intervenciones de monumentos de menor magnitud, pues por esa misma razón es difícil encontrar fondos para su preservación. En este caso, la contribución de mecenas puede ser muy importante. Pero también problemática. En el caso de las esfinges, un grupo de ellas fue restaurado bajo el auspicio de un mecenas; lamentablemente, a pesar de utilizar un revoque similar al de las otras, no mantuvo exactamente el color o su textura, de modo que aparecen muy blancas y lisas en comparación con aquellas. El problema no es técnico sino de falta de respeto al conjunto.

Otro ejemplo, aparentemente similar pero intrínsecamente diferente, fue la intervención que se llevó a cabo en el obelisco de Buenos Aires, monumento que conmemora el cuarto centenario de su fundación y data de 1936. El obelisco, de unos 67 metros de altura, realizado en hormigón armado fue originalmente recubierto de lajas de piedra, pero por los problemas que presentaron fueron quitadas al año (1937) y el hormigón revestido con un revoque símil piedra. El centro del obelisco acomoda una escalera de hierro que lleva al tope donde hay unas ventanas en la punta piramidal. En 1987, vándalos entraron al obelisco y, desde esas ventanas vaciaron latas de pintura, manchando las paredes inmediatamente debajo. La solución habría sido una limpieza localizada del símil piedra, ya que en el marco del monumento y a la distancia desde la que se observa, esto podría haber sido realizado sin ningún problema. Pero la crónica falta de fondos para este tipo de intervención, la negligencia de las autoridades que aceptaron la solución de pintar todo el obelisco sin asesorarse técnicamente respecto a las consecuencias de esta solución que fuera auspiciada por la entonces Cámara de Empresarios de Pinturas, Revestimientos y Afines de la República Argentina (CEPRARA), resultó en una intervención que cambió totalmente el aspecto de este monumento nacional (Figura 3.a y b).

Figura 3: El obelisco de Buenos Aires, Argentina. La mancha de pintura debido a la acción vandálica se distingue debajo de la pequeña ventana en la fachada de frente; de la ventana en la fachada a la izquierda se ven los sogas de las silletas utilizados durante los trabajos de pintado (a). Detalle de la base del obelisco mostrando la parte superior pintada y la inferior aún sin pintura, donde se notan algunos problemas con el revoque símil piedra (b) (Foto: A.E.Charola, 1987).

Y al hablar de revoques se ha de recordar que es uno de los temas de mayor controversia en el campo de la conservación. En el caso específico del símil piedra, tan usado en Buenos Aires, la tendencia general para edificios cuyos revestimientos se encontraban en buenas condiciones, es la de pintarlo, quitarlo y/o revocarlo por completo, sin considerar la posibilidad de conservarlo y reponerlo en las áreas de las que se ha perdido (Magadán, 1999, 200).

Pero también en Italia se discute el tema hace varios años, y se llega a soluciones divergentes, tales como preservando in situ fragmentos aislados de revoques supuestamente originales pero sin cubrir el resto de la mampostería, como en la iglesia de San Lorenzo en Milán (Figura 4.a y b); o una conservación completa del revoque, incluyendo reposición de faltantes tal como se hace en el centro histórico de Roma (Figura 5). Las tendencias extremas sostenidas por Dezzi Bardeschi, que considera que toda estructura arquitectónica es un documento histórico a preservar (Dezzi Bardeschi, 1996), y la de Marconi, que considera como primera prioridad preservar el edificio para lo cual es necesario mantener, y reponer si es necesario, los revoques (Marconi, 1988) manteniendo así el colorido y la integridad estética del edificio. La posición de Dezzi Bardeschi podría considerarse apropiada para monumentos de primera magnitud, pero no es extensible a todo el patrimonio construido en la práctica, como recientemente se concluyera en una conferencia internacional (Baers y Snikkers, 2000).

Figura 4: Iglesia de San Lorenzo en Milan, Italia (a). Detalle de la torre mostrando fragmentos del revoque original original pero dejando una buena parte de la mampostería sin revocar (b). (Foto: A.E.Charola, 1983).

Figura 5: Patio interior en el centro histórico de Roma mostrando el revoque bien mantenido en la casa adyacente a la iglesia que no cuidó de mantener el revoque de su mampostería. (Foto: A.E.Charola, 1984).

Parte de la dicotomía del problema reside en que la preservación y el uso no son totalmente compatibles. Además es imprescindible tener un marco de referencia para las intervenciones de conservación en monumentos de segunda y tercera magnitud como fue muy bien planteado por Henriques (2000). Tentativamente se podría decir que, para los primeros, la política de conservación debería ser definida a nivel nacional, para los segundos, a nivel regional. Sin embargo, los criterios básicos de conservación deberían estar acordados a nivel internacional, pero hasta la fecha, estos aún no han sido desarrollados.

¿Cuáles podrían ser los criterios básicos? Se pueden considerar en primer lugar los dos primeros enunciados para los monumentos de primera magnitud: la mínima intervención y la compatibilidad de materiales y en lo posible, de técnicas tradicionales. También se debe considerar la preservación del aspecto: imagen, textura y color, pues estos son algunos de los parámetros que definen el significado cultural. Evidentemente, mantener el máximo de material original, sobre todo en las fachadas, es un punto crítico a considerar, pero que requiere análisis en cada caso particular. No se pueden dar directivas exactas, sino guías orientadoras (así como fueron dadas por la Carta de Venecia). Es fundamental la documentación exhaustiva de la intervención, incluyendo la histórica, de materiales y técnicas constructivas, y del estado de conservación, pues será el único documento histórico que quedará de la estructura restaurada. Y esta documentación requiere un equipo interdisciplinario de historiadores, arquitectos, ingenieros, científicos y conservadores que la realice y que colabore subsiguientemente en la intervención para asegurar que se respeten estos criterios básicos. Finalmente, la manutención regular, que requiere de un monitoreo sistemático (Charola et al., 2015), es crítica en la preservación del patrimonio arquitectónico.

Agradecimiento

Al Arqto. Marcelo L. Magadán, por sus comentarios y sugerencias que contribuyeron a mejorar este ensayo.

Referencias

- Baer, N.S and Snickars, F. 2000. Rational Decision-Making in the Preservation of Cultural Property. Dahlem University Press, Berlin, 304 pp.

- Bell, D. 1997. The Historic Scotland Guide to International Conservation Charters. Technical Advice Notes 8, Historic Scotland, Edinburgo, 83 pp.

- Belmont Y. 1987. “La conservation des villages de Haute-Provence, ou la Construction d’une image”, ICOMOS/Information 3:17-23.

- Bumbaru, D. 1989. “Le façadisme: Le décor à l´envers! Ou Less is décor!” ICOMOS/Information 4:11-18.

- Burman, P.A.T.I. 1997. “Hallowed Antiquity”: Ethical Considerations in the Selection of Conservation Treatments”, en N.S. Baer y R. Snethlage (eds) Saving Our Architectural Heritage. The Conservation of Historic Stone Structures. John Wiley & Sons, Chichester, 269-290.

- Carunchio, T. 1996. Dal restauro alla conservazione. e. Introduzione ai temi della conservazione del patrimonio architettonico. Edizione Kappa, Roma (1996) 235 pp

- Ceschi, C. 1970. Teoria e storia del restauro. Mario Bulzone Editore. Roma, 225 pp.

- Charola, A.E., Henriques, F.M.A. y Magadán, M.L. 2015. “The relevance of maintenance and monitoring in architectural conservation”, Restoration of Buildings and Monuments 21[1]:1-8

- Dezzi Bardeschi, M. 1996. Restauro: Punto e da Capo. Frammenti per una (impossibile) teoría. V.Locatelli, Ed. FrancoAngeli, Milan, 4ta. edición, 444 pp

- Hassler, U. y Kohler, N. 2001. “Cultural and Environmental Long-term Strategies for the Built Environment”, en N.S.Baer and F. Snickars (eds.) Rational Decision-making in the Preservation of Cultural Heritage, Dahlem University Press, Berlin, 235-248

- Henriques, F.M.A. (1994) “Algumas reflexões sobre a conservação do património edificado em Portugal”, en: 2º ENCORE, Proceedings of the Encontro sobre Conservação e Reabilitação de Edifícios. Laboratorio Nacional de Engenharia Civil, Lisboa, 67-86.

- ICOMOS. 1931. Carta de Atenas sobre la restauración de monumentos históricos http://www.icomos.org/docs/athens_charter.html;

- ICOMOS. 1964. Carta Internacional sobre la conservación y restauración de los monumentos y de los sitios. http://www.icomos.org/docs/venicecharter.html

- ICOMOS. 1987. Charter for the Conservation of Historic Towns and Urban Areas— llamada “Carta de Washington” http://www.icomos.org/docs/washington_charter.html

- Jokilehto, J. 1999. A History of Architectural Conservation, Butterworth-Heinemann, Oxford, 354 pp.

- Magadán, M.L. 1999. “Recuperación de revoques símil piedra. Un aporte a la conservación de nuestro patrimonio arquitectónico”, Habitat (Buenos Aires) 5[23]:28- 33.

- Magadán, M.L. 2000. “Principios teóricos sobre símil piedra, edificios históricos y restauración”, Habitat (Buenos Aires) 6[31]:11-15.

- Marconi, P. Dal piccolo al grande restauro. Colore, struttura, architettura. Saggi Marsilio, Venecia (1988) 234 pp.

- UNESCO. 1976. Recommendation concerning the Safeguarding and Contemporary Role of Historic Areas. 19th session of the General Conference of Unesco, Nairobi

- Vestheim, G., Fitz, S., Foot, M.-J., Hassler, U., Kline, M.-J., Koufopoulos, P.M., Lipp, W. and Schmidt, L. 2001. “Group Report: Values and the Artifact”, en N.S.Baer and F. Snickars (eds) Rational Decision-making in the Preservation of Cultural Heritage, Dahlem University Press, Berlin, 211-222.

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