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Encuadernaciones contemporáneas para libros antiguos:

Dos casos

Por Florencia Goldztein

Florencia Goldztein

CON UNA HISTORIA VINCULADA A LAS ARTES VISUALES, CURSA EN LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES PRILIDIANO PUEYERREDÓN.
POR SU PADRE COLECCIONISTA ESPECIALIZADO EN MATERIAL IMPRESO EN SOPORTE PAPEL, SE RELACIONA CON ANTICUARIOS Y LIBREROS.NATURALMENTE UNE AMBOS MUNDOS Y COMIENZA SU TRABAJO COMO ENCUADERNADORA Y RESTAURADORA DE LIBROS.
DESDE EL AÑO 2006, SE FORMA CON SOL RÉBORA, Y PASA A SER SU ASISTENTE POR DOS AÑOS. EN EL AÑO 2009 ABRE SU PROPIO TALLER, TALLER ADORÉ, DONDE
TRABAJA CON COLECCIONISTAS, LIBREROS, ARTISTAS PLÁSTICOS, INSTITUCIONES Y PARTICULARES.
EJERCE LA DOCENCIA COMO UN MODO DE DIFUNDIR EL OFICIO Y COMPARTIR SU PASIÓN.
EN LOS AÑOS 2009 Y 2015 ES BECADA POR LA PRESTIGIOSA ESCUELA CENTRO DEL BEL LIBRO, EN ASCONA, SUIZA, DONDE SE PERFECCIONA CON LOS MEJORES Y MÁS RECONOCIDOS MAESTROS. (KATHY ABBOTT – UK-, TRACEY ROWLEDGE-UK-, JEN LINDSAY-UK-, EDWIN HEIM-SUIZA-).
DESDE ABRIL DE 2014 HASTA MARZO DE 2017 FORMÓ PARTE DEL EQUIPO DE TRABAJO DEL LABORATORIO DEL FONDO ANTIGUO, NICOLÁS YAPUGUAY, TRABAJANDO CON LIBRO ANTIGUO (SIGLOS XV AL XX) Y ADEMÁS DICTANDO CLASES.
EN ABRIL DE 2017 ES CONVOCADA PARA VIAJAR A ROMA, ITALIA, A ABORDAR LA LIMPIEZA Y RESTAURACIÓN INTERVENTIVA Y PREVENTIVA DE LA BIBLIOTECA DE LA CONGREGACIÓN RELIGIOSA HERMANAS DE LA
SAGRADA FAMILIA DE URGELL. EN EL AÑO 2017 TOMA CLASES CON HELENE JOLIS (FR).
EN EL AÑO 2016 Y 2018 TOMÓ CLASES CON LA RECONOCIDA ENCUADERNADORA INGLESA KATHY ABBOTT (UK).

Soy encuadernadora de formación, entiendo al libro desde su física.

Pienso en estructuras, en funcionamientos.

Y también pienso en su diseño y estética.

Priorizo su consulta, correcta apertura e identidad.

 

Creo que los libros deben ser consultados, aunque con los recaudos necesarios, y también pienso que los libros tienen una identidad y estética.

 

Cuando uno restaura, esos límites no me resultan tan claros y es un punto de particular atracción para mí.

 

¿Qué es restaurar? ¿Qué es re encuadernar? ¿Cual es la función del profesional a cargo?

 

Bueno, como siempre, depende de cada caso. Hay casos como los que presento hoy, que tienen esas características difusas: un libro que perdió su encuadernación y otro en donde su encuadernación complica su consulta y estabilidad y además no tiene su encuadernación original.

Llegué al libro antiguo de un modo orgánico y natural, desde la encuadernación y la

fascinación fue inmediata.

Trabajo de manera independiente, con clientes particulares. Eso tiene otras implicancias

respecto del trabajo en instituciones.

Si bien se intenta trabajar con presupuestos viables, la cadena de aprobación de los mismos es corta y directa. Y en general el interesado está dispuesto a abordar costos cuando se trata de mejorar su colección patrimonial.

Por otro lado, hay un lazo que se va construyendo con los años y los distintos trabajos que
vamos haciendo juntos y esa confianza hace posible cualquier intento mío de correr los límites
de lo que entiendo como una restauración y una encuadernación “tradicional”; Me refiero a
restauraciones en donde el profesional pasa inadvertido, sosteniendo y estabilizando la

integridad del libro, sin tomar decisiones demasiado visibles.

Me interesa contar sobre estos dos casos en los que tuve la oportunidad de trabajar,
justamente porque están en ese límite en el que la intervención sea cual sea, va a ser “visible”:
ya sea porque intente que estéticamente no se altere el libro pero de esa manera atente
contra su integridad. O al contrario, intervenga y altere su estética pero ayude a su buena

conservación y consulta.

Son trabajos en los que mi oficio se pone a prueba porque según creo, lo que debe primar

siempre es la conservación, la funcionalidad y la identidad del libro.

Este último ítem , la identidd del libro, es tal vez el más controversial, pero me pregunto si en libros con 500 años de historia, con más de una intervención, el hecho de que éstas ocurran en el siglo XV, XVII o XXI ¿den igual? ¿La cabeza de un restaurador/encuadernador del siglo XV y la del restaurador/encuadernador del siglo XXI es la misma? ¿Los materiales a disposición, son los mismos? Más aún, los saberes, ¿son los mismos?

 

Espero (y sé) que no.
 

Así que sé muy bien que esta presentación generará debates, y los espero ansiosa porque lo

considero un tema apasionante y sin un final cerrado.

Estos trabajos no fueron realizados al mismo tiempo, ni son del mismo propietario. Pero
encuentro paralelismos en su problemática y abordaje y por esta razón creí interesante hacer

un diálogo entre ellos.

Dos libros con características distintas, pero que al mismo tiempo tienen semejanzas.


En un caso, un libro del siglo XVI, año 1548. Con una encuadernación en pergamino, que a
simple vista mostraba signos de no ser la original, por su tejuelo con el título, su papel de
guarda de impresión mecánica, por el cartón gris de las tapas y por su estructura no acorde a

la impresión del libro.

Pero eso no significa necesariamente un problema para mí.

La verdadera complicación era su deficiente apertura. Prácticamente no podía consultarse. El

pergamino, además, estaba completamente deshidratado y rígido.


En el segundo caso, un título nobiliario, manuscrito sobre pergamino, del siglo XVII.
Había perdido íntegramente su encuadernación. Me lo habían entregado así, con una costura
con soportes, muy hermosa y funcionando en muy buen estado, pero sin encuadernación.
Es decir, que las semejanzas entre ambos eran conflictos en su encuadernación por fallas o por inexistencias de la misma. No por su bloque de texto.

Asumo que muchos de los aquí presentes pertenecen o trabajan para una institución. Las
circunstancias, y posibles decisiones a tomar son siempre muy distintas de las que permite el
trabajo con un cliente particular. Estas últimas son en general, más directas, personales, y sobre todo no son patrimonio institucional.

Caso 1:

Un libro de arquitectura del siglo XVI, en excelente estado de conservación.

La necesidad del cliente era la de poder consultarlo.

Al aclararle que esa no era su encuadernación original, tuve a mi favor una

predisposición a la intervención mucho más llana.

Mi primera acción es siempre el registro fotográfico y limpieza. Recién después, procedí a

retirar la encuadernación.

En el lomo del libro me encontré con unos refuerzos entre nervios de pergamino manuscritos.

Procedí a retirarlos y conservarlos.

Una condición que me puso el propietario del libro era que reutilizara los pergaminos de las
tapas. Yo tenía que proponer algo que sea un punto medio entre su deseo y lo mejor para el

libro, siempre pensando en su buen funcionamiento.

El lomo estaba completamente deshidratado y a mi modo de ver no era posible re utilizarlo,
pero los planos de las tapas estaban en mejor estado.

Pensando en alternativas estructurales en donde el pergamino no estuviese condicionando el funcionamiento del libro procedí a hacer algunas maquetas para probar ideas.

Primer idea:

Entiendo al pergamino como un material de mucha nobleza y estabilidad pero al mismo
tiempo su comportamiento es impredecible. Su cualidad higroscópica lo vuelve muy inestable
frente a los cambios de humedad relativa y el contacto directo con adhesivo puede ser muy
difícil de controlar. En general mi experiencia, me dice que el pergamino termina ganando en

fuerza respecto del papel y del cartón y la bisagra del libro termina pagando las consecuencias.

Por lo que mi condición, como representante del bienestar del libro, era la de no usar el
pergamino adherido a los cartones por medio de adhesivos si no encontrar una manera de
conectarlos en donde su inestabilidad esté respetada y esté presente. “si no puedes vencerlo,

únete.”

La primer idea fue la de utilizar tirillas de papel japonés como conectores entre el pergamino y
los cartones. Técnica de conocí a través de mi colega y amiga Melina Riabis, quien aprendió de

Leticia Montalbano dicha técnica para montajes de obra plana.

Me parecía estéticamente muy interesante y técnicamente aún más. La idea de dejar al

pergamino moverse tal y como lo necesite.

Pero mi cliente no pensó lo mismo y por cuestiones estéticas rechazó la propuesta.

Segunda idea:

Desde el momento en el que había decidido que no iba a re utilizar el lomo de pergamino,
sabía que su reemplazo sería un papel de algodón hecho a mano, por su nobleza y estabilidad.
Entonces, para la maqueta utilicé cartulina blanca y Mylar para simular el pergamino.
En esta propuesta, a diferencia de la anterior, el pergamino cubre la totalidad de las tapas sin

ninguna interrupción visual, salvo por unos puntos de costura.
Esta propuesta fue aprobada por mi cliente.


Procedí a hacer las maquetas para probar la estructura.

Mientras, hidraté el pergamino con una solución de glicerina (25%), tilose (25%) y alcohol
(50%), que además funcionó para su limpieza. Esta técnica la aprendí de Susana Brandariz
mientras fui parte del equipo del Laboratorio de Restauración del Fondo Antiguo de los
Jesuítas. A su vez, Susana la aprendió en una capacitación hecha en Italia durante el año 2016.
Hice la tinción de papel para el lomo con acrílicos profesionales. El refuerzo del lomo lo hice
con tela de algodón entre nervios, usando P.V.A. (20%) y methil celulosa (80%) a la que le dejé

“alas” para que hagan de conectores a mi lomo de papel.

Es decir que por medio de esa capa de refuerzo estaba resolviendo dos situaciones: refuerzo y

conexión.

Lo que me quedaba era la conexión de los pergaminos a ese lomo y por ende al libro.
Cosa que hice por medio de puntos de costura, previo agujereado del pergamino con un

sacabocado. Para esto utilicé hilo de lino.

De esta manera llegué a un resultado óptimo en los objetivos que me plantee: apertura
cómoda y amplia, material original reutilizado sin obstaculizar el funcionamiento del libro e

identidad y diseño.

Caso 2:

Título nobiliario manuscrito sobre pergamino.

Siglo XVII. Un libro sin encuadernación existente.Una costura sobre soportes, fuerte y funcionando.

En este caso, lo necesario era una encuadernación que protegiera el libro. Y yo contaba con

libertad casi absoluta de parte del propietario del libro.

Así que las dos cosas que rigieron el proyecto fueron: funcionalidad y diseño. Intentar armar
una estructura poco interventiva en el sentido estructural, que pudiera removerse de manera
más o menos simple.

 

Y que fuera efectiva en términos de que el libro tenga una buena apertura y conservación.

 

Como siempre que intervengo esos son los pilares sobre los que me muevo. Pero el factor diseño lo considero muy importante, y hay algunos libros que permiten correrse de lugares más habituales, y dejan lugar a un estilo más marcado, y en este caso, porqué no, más lúdico.

Un título nobiliario, manuscrito con iluminaciones, sobre pergamino. Todo me parece muy
exclusivo y lujoso. Y la idea de reforzar estos conceptos con la encuadernación fue la que usé

para el proyecto.

Como hago habitualmente, preparo maquetas antes de trabajar sobre el libro original.
Primero intenté un lomo que deje las cuerdas a la vista pero que también tuviera un “lomo

corredizo” que se saque y se ponga, pero no funcionó.

Estructuralmente usé el mismo concepto que en el caso 1: tela de algodón %100 con alas que

refuerzan en lomo y conectan a la estructura.

En el lomo de la encuadernación usé cuero texturado montado a un papel japonés con P.V.A.
para darle fuerza y flexibilidad.

 

El cuero fue calado para ver los soportes de costura que considero hermosos, y por ende no quería tapar. Además eran un problema estructural por su volumen. Razón por la cual tuve que desistir del concepto de “lomo corredizo”.
Otra vez la idea de “unirnos al problema”.

 

La relación entre la estética y la estructura dialoga todo el tiempo y debe ser escuchada.

Para las tapas usé papel de algodón hecho a mano de gramaje alto ( 300 grs  aproximadamente), también conectado al libro por el lomo con puntos de costura.
En términos estéticos, usé rojo como color dominante, haciendo alusión a la sangre (la
herencia),oro, como símbolo de lujo, y papel hecho a mano a tono, acompañando con su

nobleza y estabilidad.

El oro lo apliqué en la tela de las bisagras internas, como detalle.

Por último, le hice una caja contenedora, con el objetivo de preservar el libro, pero al mismo

tiempo para reforzar el concepto de lujo. Hice una caja con doble apertura y cierre con varilla de bronce.

De esta manera llegué a un resultado óptimo, uniendo los conceptos de conservación,

funcionalidad y diseño.

CONCLUSIÓN

Observar, reflexionar, escuchar al libro antes de actuar: ¿qué le pasa? ¿Qué necesita? ¿Cuál es

la mejor manera de dárselo?

Sacarse de encima mecanismos de repetición y no actuar compulsivamente, pensar que uno es un eslabón más en la historia de ese libro, que con sus 500 años ya ha pasado por más de una intervención, por lo que la nuestra debe ser lo más removible posible para que el restaurador del futuro también pueda decidir si dejarla o cambiarla sin dañar el libro.


Creo que un libro antiguo es lo más parecido a la “máquina del tiempo”.

En ambos casos la estructura estaba comprometida, y su encuadernación debía ser removida o era inexistente, por lo que tuve que tomar decisiones también estéticas: a mi modo de ver,
repetir estéticas del pasado no es ser más respetuoso que darle una nueva acorde al momento de su intervención.


¿Cuál es la estética del siglo XXl?
 

Quisiera dejar esa pregunta en el aire y además, decir que aunque en mi caso cuento con el lujo del recurso Tiempo, y que no siempre es un recurso del que se disponga en una Institución, es posible tomar algo de estos conceptos y aplicarlos.

 

No es necesario contar con presupuestos abultados o materiales costosos para llegar a resultados óptimos.


Ese es el mensaje que me interesa compartir.

Y sugiero para quien no tenga conocimiento, investigar sobre el colectivo TOMORROW ́S PAST,

pioneros en esta mirada frente al trabajo.

Florencia Goldztein,
Buenos Aires, Octubre de 2018.
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