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EL CONSERVADOR-PERITO

Por Florencia Florido Montalbó

Florencia Florido Montalbó

Conservadora y restauradora de bienes arqueológicos por la Escola Superior de Conservació i Restauració de Béns Culturals de Catalunya (España) y traductora de inglés-español. Posee interés profesional en los ámbitos de las ciencias naturales, la arqueología subacuática e industrial y la etnografía, así como en el peritaje y la I+D de materiales y productos éticos y sostenibles aplicables a la conservación del patrimonio cultural.

INTRODUCCIÓN

 

Se suele decir que la nuestra es una profesión análoga a la medicina y que, por tanto, los conservadores somos como los médicos del patrimonio. Curiosamente, en diversas ocasiones a lo largo de la carrera académica, esta comparación me había parecido absurda e insultante para aquellos que salvan vidas. “Al final de cuentas, sólo tratamos con objetos”, me decía, atormentada por pensar que mi vocación pudiese tener un carácter tan intrascendental, influenciada por el desdén que siento hacia la banal mercantilización del arte. Ante tal incongruencia, fue necesario que atravesase por un largo ejercicio de reflexión que me permitió asimilar el significado de aquella primera definición; entendí que las expresiones materiales son los receptáculos de la identidad de la sociedad y que el impacto que producen en ella es de tal magnitud que permiten el reconocimiento de uno mismo en una cultura que tanto puede ser la propia como no. Entonces, si la labor conservadora contribuye a crear vínculos y a perpetuar la memoria de los pueblos, los conservadores también salvamos vidas, las de las culturas de la humanidad.

 

En contrapartida, existen unos personajes que, ex profeso, alteran y destruyen estos preciados signos identitarios con el fin de alimentar únicamente las ansias personales, desdeñando las colectivas y atentando contra nuestra historia, reescribiéndola y profanándola.

 

El presente artículo está basado en el trabajo de fin de carrera de la autora, 'La ciencia de la conservación al servicio del peritaje', y en información sobre la situación actual del peritaje y la defensa de bienes culturales en España.

 

GLOSARIO

 

Con el fin de facilitar la comprensión de los conceptos clave presentes en este artículo, se ofrece una breve guía terminológica, en español e inglés, que ha sido ordenada por grupos temáticos y elaborada a partir de diversas fuentes de información y de diccionarios técnicos multilingües [1] así como de interpretaciones propias. Debido a la complejidad legal, cultural e idiomática que supone unificar definiciones y a que el objetivo de este artículo no es lingüístico, se ha optado por realizar un estudio generalista:

 

  • Bien cultural (cultural possession, cultural asset) y patrimonio cultural (cultural heritage): objetos de interés arqueológico, prehistórico, histórico, etnológico, literario, artístico, científico, etc.

 

  • Falsificación (forgery, fake, falsification): obra que ha sido realizada con la intención deliberada de engañar, haciéndola pasar como creación de otro autor o cultura determinada.

 

  • Plagio (plagiarism): copia de obras ajenas, dándolas como propias.

 

  • Reproducción (reproduction): obra que ha sido realizada utilizando como modelo un original, procurando reproducirlo con entera igualdad a partir de un molde realizado físicamente sobre el objeto original.

 

  • Copia (copy): obra que ha sido realizada utilizando como modelo un original, procurando reproducirlo con entera igualdad. Dado que no lo utilizan físicamente sino que se hace una reproducción mecánica, las copias suelen ser de menor calidad que las reproducciones.

 

  • Imitación (imitation): objeto que imita o copia a otro, normalmente más valioso.

 

  • Réplica (replica): reproducciones de una obra en distinto tamaño supervisadas por el autor.

 

  • Facsímil (facsimile): reproducción fiel por medios mecánicos.

 

  • Repetición: reproducciones de una obra firmadas por el propio autor.

 

  • Pastiche (pastiche): imitación o plagio que consiste en tomar determinados elementos característicos de la obra de un artista y combinarlos, de forma que den la impresión de ser una creación independiente.

 

  • Falsificador (forger): aquella persona que crea o copia un objeto, lo atribuye a otra persona o a una cultura y/o época que no le son propias y lo comercializa como tal. También es falsificador aquel que descubre que una pieza es fraudulenta y, aun así, la inserta en el mercado como un original.

 

  • Copista (copyist): se diferencia del falsificador en el móvil, que no es el engaño ni el fraude, sino el mérito artístico.

 

  • Tráfico ilícito (illegal/illicit trade/trafficking): comercio ilegal trasnacional.

 

  • Saquear, expoliar (loot, plunder, pillage): despojar y apoderarse de todo o la mayor parte de aquello que hay o se guarda en algún sitio.

 

  • Atribuir (attribute): aplicar, a veces sin conocimiento seguro, hechos o cualidades a alguien o algo.

 

  • Autentificar, autenticar (authenticate): acreditar, certificar o dar fe con autoridad legal de la autenticidad de algo.

 

  • Expertizar (expertize): evaluar como experto en una determinada materia.

 

  • Perito (expert, connoisseur): profesional que, mediante sus conocimientos científicos, artísticos y/o técnicos elabora informes técnicos sobre puntos litigiosos que se relacionan con su especial saber o experiencia para ser utilizados en cortes judiciales, casas de subastas, etc.

 

  • Conservador (conservator, restorer): profesional técnico y/o científico que se ocupa de la conservación del patrimonio cultural. También denominado “conservador-restaurador” para diferenciarlo del “director o guardián de museo” (curator).

 

  • Científico de la conservación (conservation scientist): especialista en ciencia y tecnología que, dedicándose al estudio de objetos, materiales y procedimientos, utiliza sus conocimientos a favor de las tareas de conservación del patrimonio cultural.

 

 

DELITOS EN EL PATRIMONIO CULTURAL

 

Debido a su inherente cualidad, las manifestaciones humanas materiales se ven sometidas a diversas y complejas transformaciones asociadas al paso del tiempo y al dinamismo de la naturaleza, que las conducen a su inevitable destrucción. Por esta razón, aunque los bienes culturales alcancen un grado de significación variable según la información que transporten, las antigüedades son de los objetos que más deseo suscitan, porque son los escasos vestigios de lo que ya no existe, instantáneas que permiten reconstruir o formular hipótesis sobre la historia de la humanidad.

 

El deseo del coleccionismo por lo exótico y lo curioso es el motor del mercado de las antigüedades, cuyos engranajes giran gracias al rédito económico que implica su comercialización. Todo se inicia cuando el afán del coleccionista lo conduce a buscar y obtener piezas de diversas fuentes: subastas, tiendas, ferias, sitios web, mercados de pulgas, etc. Si bien las redes digitales de comunicación han favorecido el comercio directo entre el vendedor y el comprador, hay quienes aún se refugian en la confianza que emanan las tiendas de antigüedades, cuyos regentes certifican la autenticidad de las piezas y aseguran que su procedencia es legal. Pero… ¿Son realmente fiables?

 

Desde sus inicios, el comercio de antigüedades tiene sede en un terreno pantanoso y difícil de controlar, por lo que no es de extrañar que la implicación de otras partes que originan tipos delictivos sea una arraigada realidad. Entre ellas, destacan las figuras del falsificador y del saqueador, cuyas piezas adquieren los marchantes o los coleccionistas, a sabiendas o no de su origen delictivo. A su vez, los coleccionistas pueden revenderlas a otros coleccionistas o comerciantes, generando así un tránsito desbocado de bienes.

Cadena de suministro ilegal de bienes culturales

Por otra parte, también es importante resaltar que la historia de la conservación está profundamente ligada a la de la falsificación. A finales del siglo XVIII, ninguna figura clásica era digna de ser mostrada a menos que estuviese completa, sin importar lo bella que fuese. Los restauradores eran muy solicitados y su habilidad se basaba en la creación de una ilusión de integridad, modificando lo viejo y agregando lo nuevo de manera que el resultado final tuviese una apariencia uniforme, y así poder “devolverlas a su estado original”.

 

Por lo tanto, las colecciones son producto de una larga cadena de hechos lícitos e ilícitos y la oferta de piezas puede ser de lo más variopinta:

 

  • Originales:

    • de procedencia legítima

    • adquiridos antes de la entrada en vigor de las leyes de protección del patrimonio

    • de procedencia ilegal

 

  • Falsificaciones:

    • Copias idénticas (fake, en inglés)

    • Copias de estilo (forgery, en inglés)

    • Reconstrucciones compuestas por originales distintos

    • Reconstrucciones compuestas por piezas originales y nuevos añadidos.

    • Transformaciones de originales

 

 

LA FALSIFICACIÓN

 

“En la antigua Roma circulaban cuencos de plata ‘egipcios’ fabricados por fenicios dispuestos a explotar una moda”. [2]

 

Desde el propio comienzo del arte, existen la falsificación y la copia, términos que pueden fácilmente dar lugar a confusión. Se tiene constancia que ya en la Antigüedad se efectuaban falsificaciones tanto en numismática como en arte, como es el caso del Apolo de Piombino. Se trata de una escultura de bronce realizada por romanos en el siglo I a.C., pero simulando ser griega y del 470 a.C., como indica una inscripción dedicatoria en una de las piernas (lo cual, de por sí, ya resulta extraño porque éstas se solían colocar en los pedestales). Se sabe que es un falso porque se ha encontrado una pieza de plomo en su interior con una inscripción que indica la verdadera autoría de la obra.

 

Avanzado hacia el Renacimiento, el deseo de coleccionar obras antiguas era tal que incluso el propio Michelangelo Buonarroti (o Miguel Ángel, para los amigos) se dedicaba al arte de falsificar.

 

Sin embargo, durante gran parte de la historia del arte, la época de creación y la identidad del artista eran de escasa o nula importancia y lo realmente apreciable estaba dado por la estética y la utilidad, sea ésta práctica, religiosa o política.

 

“El uso de copias puede ser formativo, propagandístico; las distintas culturas han asignado a los objetos diferentes significados según su universo de creencias, y tratar de asemejarse al original tiene que ver en muchos casos con un respeto por el pasado, por el maestro y, en otros, con una voluntad de mantener o renovar ciertas habilidades y características”. [3]

 

Para el siglo XIX, el auge del arte alcanzó nuevas cotas. El creciente interés por poseer objetos de la antigüedad incrementó su valor, convirtiéndolos en objetos de prestigio y lujo. El nombre y la firma del autor llegaron a considerarse más importante que su propia obra, tendencia que hoy en día se mantiene en alza. La oferta comenzó a escasear, propiciando así la producción de copias y obras falsificadas. La gran época de la falsificación tuvo lugar en el siglo XIX, coincidiendo con el inicio de las grandes colecciones de los museos.

 

Hoy más que nunca, debido los avances dentro del mundo del peritaje, un artista del fraude es un personaje multidisciplinario. Principalmente, posee una gran habilidad y destreza manual, así como actualizados conocimientos de historia, química y física. Así, son capaces de imitar no sólo el estilo y la manera de trabajar del artista o cultura de interés, sino también simular que la obra cuenta su propia historia: pátinas, degradaciones, restauraciones, viajes, abandonos, etc. Un buen falsificador se caracteriza no sólo por su meticulosidad, su atención al detalle y su pulcritud, sino también por estar bien informado, por ser dueño de una personalidad despierta, una sagacidad innata, una mente creativa, curiosa, libre de tapujos, y por un abandono total de la ética y de su personalidad, siendo capaz de “intercambiar cuerpo y mente” con el artista o cultura a falsificar, ya que eso es lo que se verá reflejado durante el proceso de peritaje. Su obra será sometida a exhaustivos exámenes y, por lo tanto, ésta debe estar a la altura de las circunstancias.

 

“¿Usted quiere pintar una obra que parezca antigua? […] Cuide mucho el material: ciertos pigmentos se usaban en determinado momento y no existen más […] si usa pincel, no vaya a dejar pelos sintéticos.” [4]

 

“Fundamentalmente, aprendí a duplicar los efectos del envejecimiento en lugar de tan solo simularlos […] Estudié los condicionantes externos, como los cambios de temperatura y humedad, que actúan como catalizadores del envejecimiento de las pinturas […] En el reverso de la pintura, agregaba uno o dos parches que sacaba de lienzos antiguos. Incluso, llegué a simular excrementos de mosca, ya que éstos suelen acumularse en las pinturas que han caído en el abandono y han estado desprotegidas durante largos periodos de tiempo” [5].

 

Las razones que propician el trabajo de un falsificador pueden ser de muy diversa índole y el denominador común suele ser la búsqueda del negocio o el obtener placer a través del engaño, siendo el mercado del arte el factor que más peso ha tenido en alimentar la falsificación en masa. Actualmente, existen factorías y pueblos enteros dedicados a las falsificaciones de arte y antigüedades, como es el caso de Dafen, en China. Por otra parte, no hay que olvidar que otro poderoso motivo para realizar una falsificación es la intención de manipular a las masas como parte de complejos sistemas políticos, religiosos e idiosincráticos (por ejemplo, se venera al Santo Sudario de Turín como si hubiese pertenecido realmente a Jesucristo) o la invención de pruebas para justificar una determinada hipótesis. Tal es el caso de los fraudes arqueológicos, forenses y paleontológicos, con los que, además de pretender sacar provecho a través de la fabricación o manipulación de hallazgos (el valor económico de un bien centenario o milenario es exponencialmente mayor que el de uno contemporáneo de similares características), lo que interesa es la justificación de hipótesis científicas, el afán de prestigio personal o el desprestigio de un colega de trabajo.

 

“Acuérdese del fabuloso escándalo de la Fábrica de Momias del Dr. Alí Schükri Benam […] este individuo robaba cadáveres de los cementerios y […] los transformaba en momias del Antiguo Egipto”. [6]

 

Más allá de la intención manipulativa, la búsqueda de la fama, del deseo de lucrar, del morbo del engaño o de burlarse del mercado del arte y de los presuntuosos, también puede suceder que una falsificación sea la única solución a un hecho en particular, como fue el caso del reguero de iconoclastia y expolio de obras de arte que ocurrió en los museos de Afganistán en 2001. Para evitar la destrucción de una colección de pinturas, un guardián de museo cubrió las figuras humanas repintándolas con acuarelas, técnica artística que favoreció la reversibilidad de esta “falsificación justificada” por las circunstancias.

 

Los falsificadores de antigüedades trabajan por motivaciones propias o por encargo para crear piezas que responden a picos de demanda del mercado. Los más astutos eligen crear objetos que, si bien destacan porque encontrarlos es infrecuente (y, por tanto, preciados), no resultan ser tan excepcionales y únicos como para suscitar demasiadas sospechas.

 

Las falsificaciones provocan la desvalorización de las manifestaciones culturales y dificultan su investigación. Buscando engañar a quienes repudian, los falsificadores defraudan a los inocentes y auto sabotean lo que, en principio, defienden: el reconocimiento de las expresiones artísticas por su naturaleza intrínsecamente subjetiva. Por otra parte, las sociedades indígenas actuales también sufren en gran medida la pérdida de ingresos como consecuencia de la invasión de artesanías falsificadas.

 

EL SAQUEO Y EL TRÁFICO ILÍCITO 

 

Actualmente, el contrabando de bienes culturales es una de las actividades económicas ilegales más lucrativas del mundo, junto con el narcotráfico, la trata de personas y el tráfico de armas, según la Organización Internacional de la Policía Criminal (Interpol). Comparativamente, se obtiene un mayor margen de beneficios a menor riesgo, y las organizaciones criminales suelen usar los mismos canales de venta.

 

Sin embargo, así como sucede con la falsificación, el saqueo se remonta a tiempos tan antiguos como las fuentes escritas y la arqueología permiten conocer y, según éstas, las bases principales sobre las que se sustenta el mercado negro de arte y antigüedades siguen siendo las mismas: la demanda del coleccionista, al que le otorga satisfacción y prestigio, y la oferta de los encargados de obtener las piezas y de los posibles intermediarios, que disfrutan de los beneficios económicos de la venta.

 

“Es un secreto a voces entre arqueólogos y especialistas: los tesoros prehispánicos son expoliados […] En medio del ir y venir de piezas valiosísimas para la historia, se sitúan los coleccionistas en un ambiguo papel. Por un lado se asegura que son quienes cuidan, rescatan y prestan a los museos. Pero, por otro, ellos podrían ser quienes promuevan que los saqueos y el comercio ilegal no se detengan” (Sebastián Escalón, 2012).

 

Entre los factores que propician y desencadenan el despojo arqueológico y la circulación ilícita de bienes culturales destacan la apertura de fronteras, el florecimiento del mercado de antigüedades, las guerras, la escasa o nula protección de los yacimientos arqueológicos y los descubrimientos fortuitos.

 

Generalmente, el principal objetivo es utilizar los bienes como un medio para obtener un rédito económico, ya sea motivado por una necesidad de subsistencia, como es el caso de personas en situaciones de pobreza, por la avaricia que produce la obtención rápida de dinero, o para financiar actos terroristas, sobre todo en países con conflictos bélicos, donde la anarquía imperante hace que los robos sean más fáciles de perpetrar.

 

También hay coleccionistas que se encargan de cometer actos de saqueo por cuenta propia para aumentar su patrimonio gratuitamente; emulan, en pequeña escala, las actividades homólogas que llevaron a cabo, por ejemplo, las expediciones de Napoleón Bonaparte de finales del siglo XVIII.

 

El patrimonio también ha servido para la justificación de la idiosincrasia nacionalsocialista a través de la manipulación de evidencias arqueológicas y la presentación de pruebas, supuestamente científicas, de la existencia de una civilización germánica muy antigua, aún más extensa y desarrollada que la griega o la romana, para justificar su supremacía y legitimar el expansionismo.

 

Por otra parte, los bienes pueden ser un fin en sí mismos. En el siglo XVI y hasta el siglo XIX, existió un peculiar tipo de comercio, el de momias, debido a que el consumo de este tipo de carne desecada se consideraba de utilidad terapéutica. Pero sin ir más lejos, incluso actualmente las obras arquitectónicas abandonadas se suelen reutilizar como fuentes de piedra de cantería para nuevas construcciones.

 

Además de los robos por encargo de ajuares funerarios, sarcófagos, esculturas clásicas, mosaicos bizantinos, piezas de origen mesoamericano, africano o asiático, patrimonio subacuático, entre otros preciados tesoros arqueológicos, los saqueadores buscan objetos que puedan fundir o colocar fácilmente en el mercado negro, siendo el oro, la plata, las gemas, las joyas y el mármol los materiales que encabezan las listas de objetos del deseo.

 

El escenario de actuación de las diferentes partes implicadas es tan diverso como extenso, ya que las piezas provienen desde todos los rincones del mundo, pero las regiones que poseen los mayores depósitos de antigüedades y, por tanto, las más afectadas por estas actividades son Perú, México, Egipto, Italia, Grecia, Turquía, el sudeste asiático y China, así como las antiguas rutas comerciales marítimas.

 

Si bien existen grupos de crimen organizado, que bien se dedican al robo de colecciones públicas y privadas o al saqueo de sitios arqueológicos, también hay los denominados “caza tesoros” (o huáqueros en Ecuador, Honduras y Perú) que, según las ambiciones y los medios con los que cuenten, utilizan diversas estrategias de búsqueda y saqueo de tumbas, de yacimientos arqueológicos conocidos o de sitios aún por descubrir, ya sea en medios terrestres o subacuáticos.

 

La puesta en marcha de estas operaciones puede alcanzar tal nivel de coordinación que incluya realizar, por ejemplo, estudios documentales, consultas a expertos y residentes, el uso de detectores de metales, georadares, dinamita o gafas de visión nocturna. Por su parte, otros delincuentes y oportunistas más modestos se valen más de la improvisación, del ingenio y de la astucia, sobretodo en casos de descubrimientos fortuitos. Normalmente, tanto unos como otros trabajan en horas nocturnas, a la luz de los faros de un coche y con al menos un vigilante de guardia.

 

En otro ámbito del espectro, hay un tipo de saqueadores que actúan en escenarios de conflictos bélicos, donde el colapso de la autoridad y las fracturas estatales crean vacíos de seguridad idóneos para que se produzcan robos a plena luz del día. Similar es el caso de los saqueos del patrimonio subacuático, que es tanto más complejo de proteger y donde abunda el descontrol.

 

La comercialización de los artefactos se realiza directamente a los coleccionistas o a intermediarios y traficantes, quienes pagan en metálico y suelen esconder la mayor parte del material durante cierto tiempo, unos 3 o 5 años, hasta que estalla una nueva crisis internacional, que favorece la introducción paulatina de los artefactos en el mercado, aprovechando la distracción de las autoridades. Mientras tanto, se dedican a vender una pequeña proporción de los tesoros, tanto de manera online como secretamente, para hacerlos llegar a casas de subastas y tiendas de antigüedades con certificados de procedencia y exportación falsificados. Así, como no se puede confirmar la época en la que las piezas fueron extraídas, pueden hacerlas circular legalmente. Las principales operaciones de venta y redistribución se concentran en Londres, Nueva York, París, Bruselas, Hong Kong, Ginebra y Bangkok.

 

Otros casos de interés son aquellos en los que los saqueadores publican invitaciones para excavar por uno mismo objetos que luego podrá llevarse de regreso. Los países donde tenía o tiene lugar este “saqueo turístico” son Guatemala, Ecuador y Argentina.

 

Como consecuencia, uno de los aspectos más oscuros del saqueo de piezas arqueológicas es que, dado que no se extraen con metodología arqueológica, se produce una pérdida del registro histórico así como la destrucción accidental o intencionada del contexto, como entierros y estratos, o de objetos que se menosprecian a favor de otros que se consideran de más valor, como son los elementos arquitectónicos.

 

EL PERITAJE DEL PATRIMONIO CULTURAL

 

“El análisis científico del patrimonio cultural se remonta a finales del siglo XVIII, cuando se realizaron estudios sobre la composición química de monedas, aleaciones y vidrios mediante métodos gravimétricos y aplicando novedosas técnicas para la separación de cobre, plomo y estaño”. [7]

 

Históricamente, el origen de la actividad pericial se encuentra íntimamente ligado al del fraude, ya que una de sus principales áreas de estudio, y la que se desarrolla en este artículo, es la expertización de objetos considerados de valor, sea éste de calibre histórico, artístico, científico o económico, entre otros. De hecho, entre las anécdotas más antiguas que se conocen, destaca aquélla protagonizada por Arquímedes de Siracusa, uno de los eruditos más respetados de la antigüedad clásica: mediante un principio físico desarrollado por él mismo, denominado “Principio de Arquímedes” (que afirma que todo cuerpo que se sumerge en un fluido estático experimenta un empuje vertical con una fuerza igual al volumen de líquido desplazado), pudo probar científicamente que una supuesta corona de oro puro era, en realidad, una aleación de oro y otros metales más pesados.

 

Así como sucede con la figura del conservador, el perito es un profesional que, tradicionalmente, proviene del campo de las artes y las ciencias sociales, como el historiador de arte. Esto se explica porque, además de efectuar la clasificación, valoración cultural y tasación de un bien, para llevar a cabo las tareas de autentificación en una época previa al auge de la ciencia, no hacían falta más que el empleo de sus sentidos y conocimientos históricos, estilísticos e iconográficos. Y, a pesar de que el uso de las ciencias físicas y químicas en arqueología era conocido, aunque incipiente, ya en el siglo XVIII [8], no fue hasta la mitad del siglo XX que comenzó a desarrollarse dentro del campo del peritaje.

 

Si bien las bases científico-naturales brindan cierta certeza y justificación, por sí mismas no permiten al perito interpretar los datos obtenidos a menos que cuente con las hipótesis y enfoques propios de las ciencias sociales. Debido a ello, el peritaje contemporáneo se ha transformado en una actividad compleja cuyo desarrollo requiere la participación de un equipo de trabajo de carácter multidisciplinario en el que los agentes, actuando desde sus respectivos ámbitos de estudio, puedan ofrecer información tan diversa como complementaria.

Ejemplo de un equipo de peritaje

Y para que el perito pueda desempeñarse como coordinador de un equipo de peritaje, es imprescindible que sea capaz de relacionar y entrelazar toda esa información para elaborar un informe pericial basado tanto en aspectos de las ciencias sociales como de las naturales.

 

En relación a las áreas de trabajo en las que puede desarrollarse un conservador del patrimonio cultural, diversos centros académicos especializados [9] presentan a este profesional como una figura con potencial para desempeñarse dentro del ámbito pericial, ya que sus conocimientos y capacidades están plenamente enfocados hacia el estudio de la materia, tanto en sus elementos constitutivos como en sus procesos de transformación artificial y alteración. Además, no sólo está plenamente capacitado para el desempeño de habilidades técnicas que le permitan, por ejemplo, realizar tomas de muestras a la vez que se cuide de velar por el bienestar de la obra, sino que también cuenta con formación en materia normativa de protección del patrimonio.

 

Las causas que suscitan la necesidad de evaluar si una obra es original o no pueden ser de diversa índole, y pesan sobre todo las relativas a los intereses económicos, motivo por el cual hay voces en contra de realizar autentificaciones. Sin embargo, desde el punto de vista del conservador, la originalidad de una obra está intrincadamente ligada a una dimensión cultural y, por tanto, pesa sobre ella una importante carga social. La pérdida o la duda sobre el contexto del bien es lo que incita a llevar a cabo un peritaje sobre su naturaleza e historia, lo que, a su vez, sirve de apoyo, fundamentalmente, a la criminalística en lucha contra el tráfico ilícito de bienes culturales.

 

PROCESO DE TRABAJO

 

Dado que un informe técnico pericial refleja la objetividad, la honestidad y la transparencia de los estudios y conclusiones elaboradas, éstos se deben elaborar con criterio y rigurosidad para que, la información que se obtenga permita establecer una relación entre el bien y su desconocido contexto a partir de estos planteamientos fundamentales:

 

  1. Identificación: ¿qué es? ¿Cómo está compuesto? ¿Con qué técnica se realizó?

  2. Datación: ¿cuál es su origen temporal absoluto o relativo?

  3. Otros: determinación de su procedencia, uso, comercialización, etc.

 

“Los análisis se realizan siguiendo una secuencia lógica en la que los resultados de una técnica sirvan de base para el estudio de la siguiente, teniendo presente que las técnicas están subordinadas al bien cultural y, en especial, al objetivo que se pretende” [10].

 

En cuanto al enfoque metodológico a abordar, se propone la siguiente línea de acción:

 

1. Estudio general y documentación gráfica: obtención de imágenes, toma de medidas, elaboración de diagramas y recopilación de información previa (ej.: investigación sobre actos de expolio cometidos en años anteriores).

 

2. Estudios específicos:

 

a) Matéricos: informe sobre el estado de conservación, análisis de los factores de alteración, cálculo de la acumulación del daño en función del tiempo, obtención de información cualitativa (estructura estratigráfica, cristalina y molecular; elementos, componentes y estados de oxidación) y cuantitativa (intervalo de concentraciones), datación (relojes y marcos medioambientales, por radioactividad interna y sus efectos secundarios, magnéticas y magnético-estratigráficas, por alteraciones superficiales), identificación de intervenciones anteriores, arqueometría, análisis bioquímicos, biológicos  e histológicos, caracterización del comportamiento del material, propiedades físicas, mecánicas, ópticas, etc.

 

b) Histórico-tipológicos: estilo, forma, color, marcas (tipos, orientación, ubicación y cantidad), acabados y decoraciones, iconografía, inscripciones, técnicas de fabricación, variaciones cronológicas, relación con fósiles directores y lugares de producción de materiales, datación, etc.

 

c) Ambientales, en caso de contar con indicios sobre su supuesto contexto original (local o general) a partir de la historia y de residuos del yacimiento que se conserven en la propia pieza: análisis del terreno y del agua (pH, conductividad, composición, temperatura, densidad, contaminantes, microorganismos, vegetación, etc.) y datación (estratificación, varvas, bioestratificación, trazas biológicas, paleobotánica, antracología, etc.).

 

3. Informe técnico pericial: los resultados obtenidos se complementan para responder a los objetivos propuestos, elaborar conclusiones justificadas e intentar establecer si el objeto estudiado es una copia, una falsificación, un pastiche o una intervención de restauración con distorsión de las piezas originales.

 

 

LA CIENCIA APLICADA

 

Dado que las técnicas de análisis experimental no están exentas de provocar un cierto grado de daño al bien y que su uso encarece, en menor o mayor medida, los costes del informe, es recomendable seleccionar aquéllas más idóneas según estos criterios:

 

CLASIFICACIÓN DE LAS TÉCNICAS DE ANÁLISIS EXPERIMENTAL

 

A. No instrumentales: volumetrías y gravimetrías

 

B. Instrumentales

a. Según su espectro de actuación:

i. Ondas electromagnéticas: rayos gamma, rayos x, ultravioletas, luz visible, infrarrojos, microondas, radiofrecuencias.

ii. Ondas acústicas: ultrasonidos, fundamentalmente.

b. Según su tipología:

i. Espectroscópicas: atómica, molecular y de masas

ii. Electroquímicas: conductimetría, potenciometría

iii. Separativas: cromatografía, electroforesis

iv. Otras: vibrométricas, envejecimiento acelerado, etc.

c. Según su relación con los objetos:

i. No invasivas (in situ, sin toma de muestras)

1. No reaccionan con la materia

2. Reaccionan con la materia

ii. Invasivas (con toma de muestras)

1. No destructivas de la muestra

2. Destructivas y microdestructivas de la muestra

 

La variedad de enfoques y de técnicas analíticas existentes es inabarcablemente extensa y compleja, por lo que, a continuación, se presentan unos gráficos metodológicos y unas breves tablas explicativas sobre algunas de ellas:

 

A. Registro de imágenes

B. Técnicas sin extracción de muestra

C. Técnicas con extracción de muestra

PERO VAMOS A VER ¿ES AUTÉNTICO O NO? 

 

“[…] ¿por qué de repente cuando se declara una pieza como falsa se desprecian sus cualidades estéticas y de resolución compositiva, su magnificencia en la ejecución o la capacidad de éstas para emocionar e impresionar al espectador, sólo porque ya no son “auténticas”? (Laura Egido Alcaide, 2014)

 

El concepto de autenticidad es un término subjetivo y filosóficamente complejo que intenta dar una respuesta radical sobre la identidad y verdad de una cosa. Está ligado a un punto de vista temporal y cultural. Por ejemplo, algo que para el ojo occidental es falso o no original y, por lo tanto, de escaso o nulo valor, para ciertas tribus indígenas, grupos étnicos, devotos religiosos, etc., su autenticidad reside en el uso de materiales indistinguibles o en la reconstrucción, como es el caso de los templos del Santuario de Ise, en Japón, que son ritualmente derribados y vueltos a construir cada veinte años, según el ciclo sintoísta de muerte y renacimiento. Por otra parte, como se ha mencionado anteriormente, las características propias de cada época han marcado notablemente la actividad fraudulenta, teniendo en cuenta que es el ojo contemporáneo el que la clasifica como falsificación, y que, en el pasado, las alteraciones a obras de arte se realizaban por cuestiones de estética, religión y modestia, principalmente. ¿Y qué sucede con las obras que se han hecho, por discípulos, en el atelier del artista y bajo su supervisión, y que de su impronta no hay nada más que la idea, la firma y, dependiendo del presupuesto del cliente, los rostros y las manos de los personajes?

Jeff Koons y sus empleados

Aquí ya no sólo entramos en el tema del peritaje, sino en la propia intervención conservadora. Sabemos que se debe evitar adulterar y corromper el significado y los valores del objeto, es decir, no cometer falsos, pero tampoco eliminar añadidos de intervenciones anteriores sin evaluar cuándo y por qué se agregaron, bajo qué condiciones, quién lo pudo haber hecho, etc. Que algo no sea puramente original, no significa que, automáticamente, se deba resolver eliminarlo, por lo que no está en el papel del conservador decidir qué es auténtico o qué no, sino evaluar en qué medida afecta a la estabilidad o a la lectura de la obra y qué es lo mejor para su conservación en cuanto a materia y significado. Nadie dice que sea fácil, pero el conservador ha de construir una seguridad justificada en torno a sus intervenciones, de manera tal que la crítica quede reducida a la subjetividad, y jamás a la acusación de mala praxis.

 

LA INJUSTA JUSTICIA

 

Si bien en ciertos países, como Italia, el sistema de protección de patrimonio y los recursos de los que disponen son un modelo a seguir, en otros, como en España, las leyes son anticuadas; los cambios, lentos; y el sistema pericial, vergonzoso. ¿Por qué? Por empezar, en todo el Ministerio de Justicia sólo hay dos peritos judiciales en la especialidad de “Arte y Joyas”, que es la que engloba todas las áreas del saber artístico; es decir que certifican como expertos en todo. Y si el juez decide nombrar a un perito proveniente de un Colegio, éste sale sorteado por nombre, no por especialidad. Así que, por ejemplo, te puede tocar peritar un caso de robo de pintura sobre tabla cuando tu especialidad son los coches antiguos. Lo ideal son las peritaciones colectivas realizadas por equipos de academias, instituciones culturales y científicas, pero éstas tienen lugar en raras ocasiones.

 

Otro caso asombroso es que, a raíz de una denuncia, se puede proceder a la destrucción de una falsificación o a la impresión del correspondiente sello con tinta indeleble en la propia obra en casos de atentados de derecho contra la propiedad intelectual que, en España, acontece cuando el artista está vivo o hasta setenta años después de su fallecimiento.

 

 

CONCLUSIONES

 

La lucha contra los delitos patrimoniales “no es simplemente un problema de leyes, de creación de museos, o de establecer sistemas represivos; implica el iniciar los estudios sistemáticos, científicos e interdisciplinarios del tema. Y la búsqueda de soluciones debe tener muy claro a quién y a qué se enfrenta. Si no caeremos en la simpleza de pensar que con un enunciado legislativo lograremos parar en seco el mercado tras-nacional” (Daniel Schavelzon, 1986).

 

El conservador como partícipe activo que es dentro de la protección del patrimonio es, por consiguiente, defensor de la expresión cultural de los pueblos. Lo que es más, el alcance de su actuación no sólo se limita a recuperar objetos y mantener vivas a civilizaciones perdidas, sino también puede ayudar, por ejemplo, a los indígenas actuales a defender y proyectar su propio patrimonio, además de poder recuperar bienes expoliados o justificar sus derechos sobre las tierras que habían sido habitadas por sus antepasados.

 

Consecuentemente, su actuación puede ser decisiva para evitar la proliferación de los delitos perpetuados contra los bienes culturales, y no sólo entra en juego la conservación del objeto en cuestión sino el significado y la dimensión social al cual está intrínsecamente asociado. Por tanto, es menester que el profesional que se dedique al peritaje posea unas sólidas bases éticas para poder desempeñarse con criterios objetivos, a la vez que vela por el patrimonio que tiene entre manos. En la actualidad, es la propia formación del perito uno de los retos a afrontar, ya que ésta debe ser lo suficientemente amplia y variada como para nutrirse tanto de la vertiente humanística como de las ciencias aplicadas. Y, si bien reúne las características idóneas para desempeñar este papel, se ha de remarcar que es sumamente recomendable que el profesional que persiga una salida laboral como perito cuente con estudios especializados en este ámbito, en técnicas de análisis experimental y/o en ciencias de los materiales para realizar adecuados procedimientos y dictámenes periciales de carácter imparcial y actuar conforme a los marcos jurídicos correspondientes. Por lo demás, la honestidad y la objetividad son valores diferenciales para un perfil netamente ético.

 

Por otra parte, se enfrenta a ciertos problemas que afectan a la actividad pre y post pericial:

 

  • La naturaleza destructiva de una gran parte de los análisis, tanto con o sin toma de muestras, compromete la integridad de la obra, dado que son técnicas que provienen de otras áreas de investigación científica, como la industria o la medicina. Si bien los avances tecnológicos permiten que se pueda reducir cada vez más, la cantidad y el tamaño de las muestras que se necesitan extraer, esto no siempre es factible y se opta por hacer uso de técnicas de análisis no invasivas, sin tener en cuenta que éstas podrían interaccionar y modificar la materia.

 

  • El coste económico que supone realizar algunos procedimientos sólo es asumible para piezas a las que se les otorgue un valor excepcional. Este coste puede reducirse si los equipos que se utilizan son portátiles. Un componente fundamental del cálculo económico es el tiempo requerido para efectuar el análisis y, cuando resulte apropiado, deben compararse los costos de los métodos manuales versus el de los automatizados.

 

  • La interpretación de los datos no siempre da lugar a resultados certeros ya que se trabaja con objetos de origen indeterminado.

 

  • El concepto de autenticidad: esto resulta inaplicable a una actividad que, de por sí, debe actuar con imparcialidad y, por lo tanto, de ningún modo un informe técnico pericial debería asumirse como un “certificado de autenticidad”.

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REFERENCIAS

 

 

[1] ICCROM; Victoria & Albert Museum; UNESCO; American Institute for Conservation of Historic and Artistic Works; DIBAM; DRAE; SUÁREZ ORDÓÑEZ, M.; RICO MARTINEZ, L., MARTÍNEZ CABETAS, C., dir. Diccionario técnico Akal de conservación y restauración de bienes culturales. Madrid: Ediciones Akal, 2003, http://www.conservartassoc.com/faqs.html, etc.

 

[2] SOLÍS MIRANDA, J. A. “Falsificaciones de momias. ¿Son falsas muchas de las momias de los museos?”

 

[3] HELGUERA, D. “Esa costumbre de falsificar” [El línea]. La Nación [Buenos Aires] (24 enero 2009). Disponible en http://www.lanacion.com.ar/1091708-esa-costumbre-de-falsificar

 

[4] SALAS, F. “Falsificación de arte vs. Falsificación en el arte” [El línea] Diario de Prensa Digital [Madrid] (28 marzo 2013). Disponible en <http://www.eldiario.es/Kafka/Falsificacion-arte-vsfalsificacion_0_114788522.html>

 

[5] PERENYI, K. “Art Forgery 101” [En línea] Barnes and Noble Review (15 Agosto 2012). Disponible en <http://bnreview.barnesandnoble.com/t5/In-the-Margin/Art-Forgery-101/ba-p/8679>

 

[6] SOLÍS MIRANDA, J. A. “Falsificaciones de momias. ¿Son falsas muchas de las momias de los museos?”

 

[7] Información obtenida de <http://metode.cat/es/Revistas/Monografics/Materia-de-arte/Analisis-no-destructives>

 

[8] El primer laboratorio especializado, el Chemisches Labor der K¨oniglichen Museen zu Berlin (Laboratorio Químico de los Museos Reales de Berlín, ahora Rathgen-Forschungslabor)”, data del 1888

 

[9] Por ejemplo, la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Madrid (ESCRBC), la Universidad del Museo Social Argentino (UMSA) y la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM).

 

[10] “La ciencia y el arte IV. Ciencias experimentales y conservación del patrimonio”. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

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