CONVERSA

¿Cómo fue el diálogo con los restauradores y tu relación con ellos?

 

Si tuviera que resumir en pocas palabras diría que fue un vínculo enriquecedor y de aprendizaje constante. Digamos nadie nace sabiendo y yo tampoco. Creo que hay mucho para avanzar respecto de profesionalizar aún más la labor, y esa es una discusión que yo he tenido mucho durante el vínculo con los restauradores. Todavía se tiene una visión muy artesanal en el restauro, artesanal en el sentido de manual, única y que es una obra de arte única e irrepetible y que requiere una respuesta específica.

 

En el restauro existe un nivel de imprevisibilidad mucho más alto que en otro tipo de obras, entonces no podes empezar a restaurar con una respuesta dada, esa es la gran discusión que tuve con los restauradores al principio. Una de mis primeras experiencias con restauradores fue con Cristina Lancelotti hace muchos años. Durante la formulación del pliego discutíamos mucho y yo luego entendí que en ese momento no tenía cabeza para entender lo que ella intentaba explicarme. Hoy le pido disculpas, fue una parte de este crecimiento y aprendizaje.

 

Si yo tuviera que volver a hacer esta obra, pediría a un restaurador que desarrolle el proyecto de restauro y pondría a un restaurador a cargo de una coordinación general junto con el arquitecto. Porque en realidad si uno se sacara la careta, no sé hasta qué punto se puede hacer un proyecto de restauro en forma previa. El proyecto del restauro tiene todo el tiempo un ida y vuelta que a medida que vas respondiendo las distintas cuestiones se van definiendo los criterios de intervención.

 

Me acuerdo también el vínculo con otras personas que cuando han estado en el rol profesional de definir los pliegos y lo que se debe hacer, muestran un alto nivel de exigencia y cuando están del otro lado y son los hacedores y empresarios dicen: ‘No, esto no lo vamos a hacer’ ‘Esto se puede omitir o lo insinuamos’. La obra pública es bastante sabia respecto de los roles que provee. Siempre hay tres roles: el contratante, el contratista y la dirección de obra que vela por el contrato del primero y le exige al segundo que no se corra de eso.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué tipo de información previa y posterior se les exigía a los restauradores?

 

Primero se les pidió un diagnóstico de estado de situación de la obra. Básicamente en qué estado estaba, patologías y propuesta de intervención. Y luego un informe final con el registro de la intervención. Aunque nos hemos encontrado algunos casos donde no se revela la ‘fórmula secreta’ y uno como director de obra les exige conocer qué fue lo que se usó en casos puntuales y esos datos no aparecen. Se entiende desde el punto de vista de que no quieren ‘develar la pócima’, aunque también se puede interpretar como que no siempre saben lo que usan o improvisan sobre la marcha.

 

Tenemos en el archivo dos informes de cada especialidad: los previos y los finales. Este organismo tiene una política de puertas abiertas, si investigadores o interesados quieren venir a consultar este material, el mismo está disponible.

 

El acceso a la información es fundamental para nosotras, es una de las razones por las que hacemos CONVERSA.  ¿Cómo es el acercamiento con el público?

 

Nosotros tenemos una gestión cultural con respecto al edificio, ahora está el “open house”  que se hizo en el mes de noviembre. Participamos como uno de los 60 edificios más relevantes de Buenos Aires. La capacidad de visita era limitada y se agotó en 24 horas, fue uno de los primeros que se agotó. Tiene que ver el premio también.  

 

Se realizó un libro en homenaje a la obra que se obsequia a personalidades de la cultura y es un libro institucional, no tiene valor de venta.