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EXPERIENCIA EN PRIMERA PERSONA - por la lic. gabriela mayoni

LA AUTOGESTIÓN COMO CAMINO

Diciembre 2014

 

 

 

Por María Gabriela Mayoni

 

Lic. en Conservación y Restauración de Bienes Culturales.

Becaria CONICET-Archivo Histórico del Museo de La Plata

Doctoranda FFyL – UBA

Miembro ASACOR

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CONVERSA convocó a la Lic. María Gabriela Mayoni para cubrir un espacio destinado a la divulgación de cuestiones académicas y de la profesionalización de la disciplina en el ámbito local. En este sentido, el desarrollo académico de la Lic. Mayoni, que hoy se encuentra becada por el CONICET investigando para su doctorado, nos pareció una buena oportunidad para inaugurar la sección y así difundir su trabajo (*).

 

En esta oportunidad, el espacio Experiencia en primera persona propone al lector un acercamiento diferente a este ámbito, invitándolo a conectarse desde las experiencias y vivencias, aprendizajes y motivaciones de las personas que han decidido este camino de desarrollo.

 

(*) Los trabajos académicos de la Licenciada pueden visualizarse a través de los links ubicados a pie de página.

 

Ensayo.


 Año 2014. Repaso mi situación actual y mi título de la Licenciatura sigue en trámite, es mi segundo año de Beca CONICET y llevo un año de doctorado en Antropología en la UBA. Soy estudiante. Soy profesional. ¿Investigadora? ¿Gestora? Soy Conservadora.

 

Inicié mis estudios de grado en el Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA) en el año 2001, durante un período de crisis nacional profunda. Para aquellos que nos debatíamos entre estudiar o trabajar, nada nos garantizaba el éxito. Había terminado el secundario hacía dos años y decidí intentarlo. Comencé a trabajar y estudiar lo suficiente.

 

La anécdota más importante que puede resumir esos años es una situación que viví con mi madre un domingo a la mañana mientras estudiaba. Recuerdo la mesa del living llena de papeles apilados. En el sillón, mi madre revisaba los clasificados del Clarín y con cara algo desolada me pregunta en qué rubro debería buscar las ofertas de trabajo de eso que estaba estudiando. Me veía compenetrada en algo posiblemente incomprensible para ella en ese momento y quería saber de qué manera conseguiría trabajo. Mi respuesta a esa pregunta remite al espíritu con el que decidí empezar y terminar esta carrera: Mami, en los clasificados seguro no hay un rubro para esto. No sé dónde se consigue pero no te preocupes, ya me daré cuenta.

 

Muchos años después fue que logré visualizar lo que el IUNA significó para mí, para mi crecimiento personal y mis aspiraciones de desarrollo profesional. Mi formación de grado duró ocho años, más dos para entregar la tesis y otros dos para poder defenderla. Espero hace dos años ese papel rectangular tan solemne firmado por la Universidad y el Ministerio de Educación.

 

Un día comprendí ese rasgo tan argentino, fruto de la naturalización del estado de crisis: hacer, trabajar, avanzar, a pesar de las instituciones y muchas veces SIN las instituciones. Creo que he tenido la suerte y el privilegio de tener un grupo de compañeros y compañeras con quien compartir las inquietudes, las preguntas y… hasta algunos llantos. Rápidamente pudimos darnos cuenta de lo que la institución no nos podía dar, y así fue, que muchos salimos a buscarlo.

 

Pasantías, cursos, congresos, jornadas, bibliografía en cualquier idioma. Todo era válido -necesario  como agua para el sediento- para sentir que el esfuerzo valía la pena. Fueron varios los eventos que marcaron un camino. No supe hasta el momento de enfrentarme a la posibilidad de un proyecto autogestionado, que cada paso que había dado era válido como antecedente y que en un ámbito académico eso era sinónimo de ‘un buen currículum’.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Propio de mi ansiedad, tres años antes de terminar la carrera se me presentó una oportunidad que pronto visualicé como LA TESIS. Tuve acceso a una colección. Algo que podría parecer tan sencillo, era difícil de pensar para mí en ese momento. ¡Estaba teniendo la oportunidad de acceder a una colección! El tiempo que quisiera, cuando quisiera, y nada se estaba hablando de dinero, materiales, y otras yerbas, simplemente del acceso a la información.

 

“Me interesaría poder conservar estos modelos, se están echando a perder.” Palabras mágicas para mí. El Jefe de Gabinete de Botánica del Departamento de Biología del Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA), Carlos González, declaraba así en 2005 su interés en la colección de modelos tridimensionales para el estudio de las plantas del siglo XIX. Y se inició un camino lento, dificultoso, lleno de importante entrega, que además de dar muchos frutos y satisfacciones, abrió varias puertas.

 

Entre los años 2007 y 2012 se desarrolló en el CNBA el Programa de Preservación y Revalorización de Bienes Culturales, enfocado en la conservación de colecciones históricas didácticas de los gabinetes científicos, a cargo del llamado Grupo de Conservación[1]. Fue financiado casi en su totalidad por la cooperadora de padres del colegio. Durante ese período se realizaron importantes trabajos en el Departamento de Biología, Geografía, Química y también de Física, el cual ya contaba con un Museo Didáctico.[2]

 

Entre tanto, en el año 2011 pude entregar la tesis de Licenciatura titulada “Puesta en Valor de Bienes Culturales en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Colección Didáctica de Modelos Anatómicos en Papel Maché del S.XIX”[3], junto a mi director Pino Monkes.[4]

 

El proceso de escritura de la tesis lo llevé a cabo durante el año 2010. Con más de tres años de trabajo de campo realizado – que incluyó documentación, catalogación, restauración, trabajo con la comunidad educativa y exhibición– parecía tener todo resuelto. “Todo hecho” me animaba Pino para que pusiera un final al recorrido. Pero sentía que eso no era todo. Había algo más: preguntas que habían sido motor de la fundamentación del proyecto y de la concientización de la comunidad para con su patrimonio y a las que sentía que no le estaba dedicando la atención suficiente en la tesis. ¿Por qué estaba esa colección ahí? ¿Qué significaba que en el s. XIX se estudiase biología con objetos traídos de Alemania y Francia? Un potencial de nuevos conocimientos que me atraía y despertaba curiosidad. 

 

Ese por qué me lo preguntaba de forma insistente, casi como un niño. Bibliotecas, archivos, libros de historia y artículos académicos fueron un pequeño rincón de contención. Resolver esa pregunta, aún de manera intuitiva, me parecía importante ya que consideraba que le daría unidad e integridad al proceso de puesta en valor que se había iniciado en la colección y que había llegado hasta el ámbito de la gestión cultural, promoviendo e incentivando la divulgación de la información en exhibiciones, catálogos, páginas webs, actividades didácticas, entre otras cosas.

 

Lo importante del camino fue que el grupo de trabajo, de alguna manera, logró con su gestión dar respuesta a una gran diversidad de aspectos que significaban la preservación del patrimonio en un ámbito educativo y no museístico. El especial sentido de pertenencia que posee la comunidad educativa del CNBA sobre la institución y su cultura material e inmaterial, favoreció, en parte, el éxito de la propuesta. Creo que la comisión de padres de la cooperadora vio un potencial de reivindicación de esa cultura en este tipo de proyectos. “Nos interesa que sea un proyecto de investigación”, me dijo su presidente en ese momento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el año 2008 apareció el dinero para montar un taller dentro del Colegio. Algo que no había hecho jamás en mi vida, así como imaginarme -porque la primera vez es una cuestión de imaginación- el tiempo que me llevaría restaurar sesenta y cinco modelos de papel maché y la cantidad dinero que gastaría en materiales y equipo técnico. Pero la teoría comenzó a hacerse realidad y el equipo pronto fue capaz de funcionar como nexo entre diferentes saberes y también como estrategas ante una multiplicidad de intereses.

 

El trabajo de revalorización de patrimonio que se dio en el Colegio Nacional de Buenos Aires no tenía antecedentes en la Institución. En el campo de la conservación-restauración fue un trabajo importante de integración y desarrollo interdisciplinar, de participación de la comunidad y de acción dentro de un ámbito educativo. El éxito en la respuesta de docentes y alumnos, y la posibilidad de integrar los conceptos de conservación a la vida cotidiana de la comunidad, se tradujo en una verdadera acción de concientización y de formación cultural.  

 

Analizando la autogestión, puedo decir que fue clave para la continuidad de los proyectos el entender las necesidades del ámbito y de los agentes sociales involucrados y el haberles dado lugar en las diferentes actividades y acciones, aunque éstas fueran más allá de los límites de la conservación técnica o de las competencias tradicionales de la profesión. 

 

Trabajar sobre la ampliación de los límites disciplinares, así como de su interconexión y desarrollo para un mismo fin -la preservación y revalorización del patrimonio- resultó en un camino con excepcional potencial de producción de nuevos saberes y multiplicidad de análisis históricos y culturales.

 

Entonces podría decir que la tesis de licenciatura me permitió el desarrollo de un espacio laboral y, ambos en conjunto, posibilitaron luego un desarrollo científico-académico a otra escala. Haber estudiado y trabajado tantos años en un tema también significó en la jerga “buenos antecedentes”.

 

Historia de la Ciencia, eso es lo que estoy haciendo ahora con el proyecto de investigación doctoral inscripto en el programa de Antropología de la Universidad de Buenos Aires. Una posibilidad de ciencias aplicadas desde el ámbito de la Humanidades.[5]

El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) es un organismo estatal que otorga becas para la realización de proyectos de investigación doctoral. Los beneficiarios obtienen un estipendio mensual durante cinco años para garantizar la dedicación exclusiva al proyecto. El otorgamiento de la beca y aceptación del proyecto “Colecciones, museos y enseñanza científica en la educación media argentina (1870-1920)” que presenté junto a mi actual Directora, Susana García del Archivo Histórico del Museo de La Plata, funcionó para mí como legitimador de un posible camino de desarrollo profesional.

 

Actualmente, me alegra saber que ya somos tres -dentro de lo que se sabe de Buenos Aires y el reducido grupo de profesionales formados en el IUNA y la UMSA- los Licenciados en Conservación y Restauración que continuamos una formación de posgrado a nivel de Doctorado en ciencias afines. Asimismo, otros tantos egresados aprovechan las oportunidades de formación especializada en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) que, año a año, intenta mejorar su propuesta.

 

Por último, quisiera transmitir optimismo. Sabemos y entendemos que el ámbito disciplinar en el país está aún lleno de falencias y de ‘necesidades primarias’ insatisfechas, por así decirlo. Considero que el esfuerzo e ímpetu de cada uno, en el espacio que haya sabido conquistar o que tiene posibilidad de acción, es una aporte importantísimo e inigualable para la profesionalización de la disciplina. Todos podemos contribuir en la construcción y desarrollo de nuestra profesión para así visualizar un cambio. A pesar de las adversidades y las inercias que parecieran ser imposibles de romper. Que nosotros nos formemos y no nos quedemos quietos e indiferentes, es un cambio. Hasta este humilde aporte a un proyecto colectivo: un Ensayo en primera persona.

 

 

 

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1 - Amalia De Grazia, Ana Wortley, Eugenia Guidobono y María Gabriela Mayoni. 

2- Para conocer más sobre los trabajos realizados en el CNBA se pueden consultar los siguientes links: http://www.cnba.uba.ar/programa-de-preservacion-y-revalorizacion-de-bienes-culturales http://www.cnba.uba.ar/mheq/ http://www.mdf.fisica.cnba.uba.ar/limbo/ Otros artículos: https://ude.academia.edu/MariaGabrielaMayoni

3  - Accesible en: http://es.calameo.com/books/001752647e64ef1472dd6

4 -  No hay palabras para agradecer a Pino, como así también a mis compañeras y colegas por las que fue posible montar el proyecto gracias a su aliento y conocimientos: Amalia De Gracia y Pía Villaronga, sumándose luego Ana Wortley y Eugenia Guidobono, y teniendo asesoramiento y participación de tantas personas con las que tuve el placer de trabajar e intercambiar dudas y saberes.

5 - Las colecciones de enseñanza científica como fuentes para la Historia de la Ciencia” es el primer artículo realizado en el marco de la investigación doctoral. Se encuentra disponible en el siguiente link: https://www.academia.edu/8338191/Las_colecciones_de_ense%C3%B1anza_cient%C3%ADfica_como_ fuentes_para_la_Historia_de_la_ciencia 

Modelos en papel maché

Mueble con embalajes realizados durante el proyecto

Intervención de modelos en papel maché

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