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Los invisibles - Reflexiones sobre la precarización laboral en la Conservación y Restauración en Argentina

Por Paulina Alonso

Paulina Alonso

Asociada a COLMENA. Lic. en Conservación y Restauración de Bienes Culturales de UMSA. Desde el 2012 asesora en conservación preventiva en la biblioteca de la Dirección de Documentación e Información del INAP – Ministerio de Modernización. Participó en el comité directivo de ASACOR. Se formó en restauración de vitrales con María Soledad Castro con quien trabajó en diversos proyectos, entre ellos la restauración de vitrales en la Auditoría Genereal de la Nación y el relevamiento documental de intervención de vitrales en la Honorable Cámara de Diputados del Congreso Nacional. Adscripta en "Materiales y Técnicas de Pintura" en la carrera de Peritaje y Valuación de Obras de Arte en la UMSA. Editora de CONVERSA desde el 2014. Actualmente estudia un posgrado en Administración de Organizaciones en el Sector Cultural y Creativo en la UBA . 

Actualmente, en la argentina, los conservadores y restauradores nos encontramos con un mercado laboral  que parece aún más deprimido que en otros años. Esto genera preocupación e incertidumbre y aún, en caso de tener la suerte de conseguir un trabajo remunerado, sus condiciones distan de ser las mejores. En este último punto me centraré, en aquellos afortunados que encuentran una salida laboral aunque en condiciones muchas veces informales, precarizadas e inestables.

Al clasificar los ámbitos laborales frecuentes en los que se desenvuelven los conservadores y restauradores estos serían tres: el institucional, el taller particular y la obra edilicia.

El ámbito institucional -sean instituciones privadas o públicas- corresponde a, por ejemplo, los museos, las fundaciones, los  archivos, las bibliotecas o las áreas de patrimonio. Los restauradores que se desempeñan allí pueden considerarse afortunados. En parte es así ya que han sido acogidos por una institución que, por lo general, respeta la legislación laboral y contrata a sus empleados bajo modalidades de relación de dependencia.

Un restaurador inserto en una institución tiene perspectivas bastante concretas de realizar una carrera profesional, sobre todo si se desempeña en el Estado. En ese sentido, la administración pública quizás sea el espacio ideal para el desarrollo profesional del conservador/restaurador, por lo menos hoy en día, debido a la gran estabilidad contractual. Aunque también existen “islas” de informalidad, donde abundan los llamados “contratos basura”, de carácter temporal y renovable sumado a bajos salarios y tercerizaciones de servicios. No obstante, en el Estado la formalidad tiende a ser la regla, con una relación contractual enmarcada en el Régimen General de Contratación Laboral (Ley de Contrato de Trabajo 20.744).

En ese marco, la batalla del restaurador suele reducirse a “hacerse un lugar”, es decir, obtener visibilidad y una valorización acerca de la importancia de su actividad. Por supuesto, la administración pública no es el edén, no solo hay que lidiar con bajos presupuestos, sino que desarrollar y concretar cualquier proyecto implica enormes esfuerzos, en un ambiente de gran incertidumbre política producto del constante recambio de autoridades y la consecuente modificación del marco institucional, la direccionalidad de las tareas y el destino de los recursos. Pero en términos generales, un restaurador que se desempeñe en relación de dependencia en un organismo público puede sentirse un profesional privilegiado.

El taller particular, según las anécdotas recopiladas para este artículo, suele ser un trabajo auxiliar, un generador de ingresos extra, pero pocas veces es la actividad central de un restaurador. El taller implica un trabajo arduo, ya que suele basarse en la autogestión, lo cual implica conseguir clientes, abastecerse de materiales y herramientas, resolver los aspectos administrativos (cuentas bancarias, facturación, impuestos, seguros, etc.), difundir los servicios que se ofrecen, ocuparse del traslado de obra y tener un espacio físico adecuado, entre muchas otras tareas.  En ese ámbito, el marco laboral del restaurador es el autónomo o monotributista. Muchos talleristas y microemprendedores destacan los beneficios de ser su propio jefe, en cuanto a la libertad de horarios y condiciones de trabajo. Y como contracara, señalan los inconvenientes de lidiar con el cliente, de defender los honorarios profesionales y los criterios de intervención, es decir, despegarse de la imagen de taller de oficios con el que están comúnmente asociados. Difícilmente el taller y la actividad desarrollada en él, sean una fuente de sustento económico estable. No pueden causar más que admiración los pocos talleristas que logran vivir solamente de esa actividad.  

Los más desprotegidos son sin duda los trabajadores en obra. Quien alguna vez haya pasado por una obra conoce las reglas del juego. Sueldos bajos y sin pago de horas extras, suplementos, vacaciones, días por enfermedad, maternidad, estudios, aguinaldo, sin firma de contratos claros e incluso asumiendo el trabajador los impuestos y aportes. Se suman la larga jornada laboral con alta exigencia corporal, incomodidades espaciales (ausencia de ámbitos dignos para almorzar, vestuarios y baños casi siempre improvisados, cuando no inexistentes), exposición a sustancias tóxicas en espacios inadecuados, inestabilidad laboral, nulas posibilidades de ascenso e inseguridad económica a largo plazo. En el mejor de los casos, la precariedad laboral ‘solo’ se cristaliza en la forma de una relación de dependencia encubierta, consecuentemente sobran aquellos restauradores que siguen siendo monotributistas a pesar de que responden al mismo empleador desde hace años. 

Sin duda, la experiencia en obra es muy relevante a la hora de armar el currículum de cualquier restaurador sumado a la fascinación de participar en lugares históricos y únicos de nuestro patrimonio. Por otra parte, negarse a un trabajo en obra es negarse a una posibilidad laboral que no abunda. Entonces, el restaurador decide aguantar sacrificando estándares mínimos de condiciones laborales por la oportunidad de trabajar en una obra de jerarquía.

¿Por qué sucede esto? En todos los rubros el objetivo del trabajo informal es invisibilizar la relación laboral. De este modo se anula la protección jurídica del trabajador y el empleador se desliga de sus obligaciones.

La precariedad de las condiciones laborales parece ser una situación fuera del control del restaurador informal. Se lo experimenta como una geografía inamovible en la que se da por sentado que las cosas simplemente son así y así serán hasta que algo, un hecho fortuito igual de inmanejable para uno mismo, lo cambie. Es cierto que las dinámicas sociales, políticas y económicas exceden la voluntad y los deseos individuales, pero esta respuesta es insatisfactoria. Como colectivo los restauradores facilitamos por la inacción que se refuerce el entramado de una estructura informal de relaciones laborales. 

La principal apuesta proviene de las alternativas colectivas, es decir la unidad solidaria y el acercamiento de criterios entre los colegas restauradores y conservadores. Existen experiencias en ese rumbo. ASACOR, por ejemplo, es el primer grupo formalmente organizado que surge en la comunidad de restauradores/conservadores en Argentina. Otras instituciones buscan nuclear profesionales apelando a los intereses comunes, ya sea a través de capacitaciones, jornadas o cursos como los Encuentros Internacionales de Conservación Preventiva e Interventiva que realiza anualmente el Museo Nacional del Cabildo, por citar un ejemplo. O incluso la revista CONVERSA, como medio de difusión local de los restauradores. Es, en este tipo de espacios, donde se generan el sentido de pertenencia y el horizonte común tan necesarios para cualquier reclamo unificado.

Por otro lado, sería interesante ampliar el debate acerca de otro tipo de acercamientos colectivos como una unión sindical o colegiatura. La falta de discusión al respecto da lugar a especulaciones y propuestas aisladas que no logran encausarse en acciones concretas.

También es muy importante la aspiración de los colegas a cargos gerenciales o directivos. Esos son los espacios que poco a poco se están ganando y que ponen en valor la actividad de nuestra comunidad profesional, ampliando en consecuencia sus derechos laborales.

A su vez los espacios de docencia deben ser reforzados por los colegas, si bien esto viene sucediendo, es importante la intención de hacerse un lugar en estos ámbitos -que además de ser sumamente enriquecedores- nutren el campo, generando paulatinamente más espacios de capacitación, multiplicando las voces, otorgando puntos de vista novedosos y dando una visión más amplia de nuestra actividad.

Ante el desánimo, la impotencia, la sensación de injusticia que, naturalmente, la “invisibilidad laboral” genera en el rubro, es fundamental como primer paso, interiorizarnos con la normativa laboral. Aunque pueda resultar tedioso, es la herramienta que hoy defiende a los trabajadores (más aún a los precarizados) y por ello es elemental tomarla como punto de partida para discutir conjuntamente las condiciones laborales. Si bien se trataría de un proceso paulatino cuyos tiempos no responden a las necesidades inmediatas que aquejan a los colegas, es notable el ritmo vertiginoso del progreso de la profesión con tan solo mirar hacia atrás por encima del hombro.

Muchas cosas se han logrado en los últimos tiempos. Las primeras generaciones de restauradores lograron transformar el conocimiento del oficio en una carrera de licenciatura universitaria que ya cuenta con varias camadas de graduados, hoy en día extendida a tres universidades (UNA, UMSA y UNSAM). Incluso existen posgrados específicos y de temáticas afines. A su vez, se han ganado espacios de trabajo en instituciones y obras que hasta hace no muchos años ni siquiera contaban con un profesional o con la necesidad de uno. Ante estos progresos, que deben valorarse y reconocerse, hay una oportunidad generacional de continuar afianzando el rubro. Queda en nuestras manos -la de los restauradores- unirnos, informarnos, comprometernos y aspirar a más.

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