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NOTAS:

 

1 Zumthor 1993, pág. 304.

2 Juan Bautista Ambrosetti “nació en Gualeguay (Entre Ríos), en agosto de 1865. Se trasladó a Buenos Aires, donde cursó estudios secundarios y cuando tenía veinte años acompañó a un grupo de naturalistas en un viaje de estudio por la región chaqueña. A partir de ese momento fue un viajero e investigador infatigable, en especial del noroeste argentino. Arqueólogo, etnógrafo y folklorista, representó a nuestro país en numerosos congresos internacionales. Los valiosos objetos que obtuvo en sus viajes fueron la base del Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras, cuya dirección ejerció. Entre las numerosas publicaciones de Ambrosetti mencionaremos: Los monumentos megalíticos (1896) y su libro póstumo, Supersticiones y Leyendas (1917). Este sabio argentino falleció en Buenos Aires, en mayo de 1917”(Cosmelli Ibañez, 1992).

3 “El suizo Adolfo Methfessel pintor, litógrafo y arquitecto de jardines, llegó a Buenos Aires en 1864. Al comenzar la Guerra del Paraguay, siguió las tropas para tomar apuntes de las acciones que después publicó la litografía de Julio Pelvialin. En 1868 ingresó en el Museo Público de Buenos Aires, dirigido por Hermann Burmeister para documentar fósiles y hacer trabajos cartográficos. Realizando luego el mismo trabajo para el Museo de La Plata. EN 1895 regresó a su patria, donde siguió pintando motivos argentinos. La mayoría de sus obras se conservan en el Museo de Bellas Artes de Berna”(Garrido, 2010).

4 Siendo ministro provincial, monseñor fray José María Bottaro, funda bajo los auspicios de la Tercera Orden Franciscana, en Buenos Aires, en el año 1899, la publicación mensual El Terciario Franciscano, cuyo primer número aparece el 1 de septiembre; a partir del 1 de enero del año 1904, este órgano de difusión del ideal franciscano fue bautizado con el título El Plata Seráfico y desde 1960 se presenta al público con el nombre de Argentina Franciscana para llevar a los hogares argentinos un mensaje evangélico de paz y bien.

5 Enrique Udaondo “nació el 11 de junio de 1880 en Buenos Aires, donde pasó los primeros años de su vida. Su familia pertenecía a la más rancia aristocracia porteña.. Cursó estudios en la Academia Británica de Edgard Courteaux. Fue pionero de la museología, cuando en el país aún no se hablaba de esa especialidad. Pero con su tesonera y lúcida acción fue marcando rumbos que lo convirtieron en el padre de la museología argentina. Fue miembro de la Junta de Historia y Numismática Americana; colaboró en la organización de la Institución Mitre; fue vicepresidente de la Academia Nacional de Historia; formó parte de la Comisión Nacional de la Reconquista; fue miembro del Instituto Sanmartiniano; y entre otras cosas recibió un diploma honorario de la Venerable Tercera Orden Franciscana y también la Condecoración Pontificia otorgada por Pío XI, por haber organizado la exposición de arte religioso del Congreso Eucarístico Internacional. Además de la historia de Luján, estudió e investigó el pasado nacional. Escribió la “Guía del Cementerio”, “Crónica histórica de la Orden Franciscana”, “Guía de las estaciones ferroviarias”, “Guía de plazas y calles de la ciudad de Buenos Aires”, “Árboles históricos de la República Argentina”, escribió sobre el clero católico y su participación en la vida nacional, publico dos importantes diccionarios biográficos y libros sobre las iglesias tradicionales de Buenos Aires, San Juan, Santa Catalina. Rescató y conservó los libros de Acuerdos de el Cabildo y entre sus trabajos referidos a Luján, en su “Reseña histórica de la Villa de Luján” reunió relatos, bandos, acuerdos y providencias del Virrey, cartas, ilustraciones, disposiciones del Cabildo. Udaondo fundó en Luján el primer museo de transportes del país, y no solo se ocupó de acrecentar las colecciones, sino también el edificio. Además de su fecunda labor en Luján, Udaondo fundó los museos de Dolores, Chascomús y San Antonio de Areco. Fue presidente de la Comisión de Museos Pampeanos, Fauna y Flora Aborígenes de la Provincia y desde este cargo creó los parques criollos de Pigüé y Sierra de la Ventana. Junto a Tomás Cullen y Luis María Campos Urquiza organizó el Museo y Biblioteca de la Casa del Acuerdo de San Nicolás, donó para el gobierno nacional y provincial ciento de lápidas y monolitos de nomenclatura histórica, y fue presidente de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos. Como director del Museo (de Luján) se preocupó por rescatar y difundir costumbres de los tiempos de la Villa y del pasado argentino, organizando actos para conmemorar fechas para mantener fresco el recuerdo de quienes forjaron nuestra nacionalidad. En 1962, ya enfermo, se refugió en su casa de la calle Paraguay al 1600 y allí murió el 6 de junio de 1962 quien durante cuatro décadas fuera el director ad honorem y principal benefactor del Museo (de Luján). (Un) merecido reconocimiento se concretó el 3 de octubre de 1962, al imponerle el nombre de Museo Colonial e Histórico de Luján, el que en 1973 pasó a denominarse Complejo Museográfico “Enrique Udaondo”, donde en la actualidad existe una sala dedicada a quien más esfuerzos dedicó a esta ciclópea misión de hacer un museo modelo de la nada”(Enrique Udaondo).

6 El 11 de mayo de 2007, al cumplirse 72 años del fallecimiento de Fray José María Bottaro, fue inaugurado el Museo que lleva su nombre, con gran parte de la colección que él mismo había reunido para el museo franciscano de principios de siglo. El Museo Monseñor Fray José María Bottaro es un museo cultural y religioso que cumple una misión evangelizadora y de difusión de la trayectoria e influencia de los franciscanos en la historia argentina (del tríptico del Museo).

7 “El departamento de Itatí está ubicado en el extremo N.O. de la Provincia de Corrientes, en la República Argentina. Hacia 1538 la zona ya era considerada un centro de irradiación de las misiones franciscanas, y desde entonces y hasta 1570 se fue preparando la fundación de una doctrina evangelizadora que motivó la visita al lugar, en 1572, del Obispo del Paraguay Fray Alonso de San Buenaventura y mas delante de Fray Juan de Córdoba. Entre 1582-84, estuvo Martín del Barco de Centenera que en su poema “La Argentina” recogió en algunos versos el recuerdo de su estadía en la zona. Para 1592 habría arribado al lugar Fray Luis de Bolaños intensificando la acción evangelizadora con la organización de una incipiente Doctrina que en la época era llamada, sin que merezca ser considerada una fundación, como “Reducción de Bolaños”. Hacia 1608 el asentamiento tuvo ermita, y el nombre original paulatinamente fue trocándose por la guaranítica denominación de Itatí (ita = piedra, ti = blanca) en alusión a las piedras calizas halladas en la zona y de la que (hay testimonio) se encontraban aún a mediados del s. XIX. En documentos de 1621 del Padre Marcial de Lorenza en carta al Rey de España, definía el lugar como “Yaguarí” en alusión posible al Cacique Yaguarón que abasteció a Gaboto en 1528. La Reducción de la Pura y Limpia Concepción de Ntra. Señora, de Itatí se fundó oficialmente el 7 de Diciembre de 1615, cuando gobernaba la región Hernando Arias de Saavedra quien había encomendado la empresa al Padre Bolaños. El pueblo de indios de Itatí surgió al oeste de su actual emplazamiento, aguas abajo, en el lugar que desde 1618 más o menos pasó a conocerse como TABACUE (taba = pueblo cué = viejo), coincidiendo con lo que sería el “Puerto de Santa Ana” en las “Cacerías de Yaguarón”, lugar en el que se hallaban aún hacia 1940 los cimientos de la ermita de Bolaños. Entre 1618 y 1619, por causas diversas, la Reducción se trasladó a su emplazamiento actual bajo el Curato de Fray Juan Gamarra. Desde entonces comenzaron a manifestarse los primeros informes documentados por la población en los testimonios de visitantes oficiales. Itatí se proyectaba como próspera reducción franciscana, con un sistema comunitario, un cabildo indígena, talleres de herrería, carpintería, fábrica de ladrillos, tejas, adobes y utensilios de cerámica hechos con la buena arcilla (ñaú) de su suelo. Tuvo escuela de primeras letra en 1671, su coro indígena actuaba en celebraciones religiosas y en las de la Ciudad de Corrientes, amenizando festejos y conmemoraciones. Artesanos, ceramistas, albañiles, tallistas dejaron su impronta en piezas de valía cuyos testimonios integran actualmente el patrimonio artístico latinoamericano. En la música Julián Atirabú, en la pintura Cuviricus, en el Cabildo Mariano Pachué, en la administración Juan Antonio Guerí, aborígenes todos, son algunos de los testimonios de la promoción del indígena reducido por los franciscanos. Ocho estancias sostenían la economía comunitaria que regía su Cabildo Indígena subalterno del Cabildo de Españoles, de Corrientes, cuya presencia ya fue documentada en 1637. Hasta la segunda mitad del siglo XIX perduraron los viejos apellidos aborígenes de la Reducción: Canindeyú, Ararí, Pachué, Guerí, Guaecoretá, Cuyúa, Guay. Sin embargo, la modalidad anticolonial, ha procurado a mediados del siglo XIX, que se españolizaran los apellidos indígenas de igual forma que en los principales centros urbanos el idioma guaraní se ocultaba o desplazaba, prohibiéndose su hablado. Esto se percibe perfectamente cuando investigamos en el archivo parroquial del Santuario de N.S. de Itatí que se inicia en 1743 y es el segundo conservado más antiguo en su género, en la región. Por testimonios de sus visitantes, la Reducción Franciscana de Itatí ofrecía un singular trazado urbano en cuadrícula, con una arquitectura de jerarquía. Todas las casas estaban edificadas sólidamente con ladrillos, piedras y adobes, techos de tejas españolas, corredores, quedando como testimonio de entonces la Casa Guerí (s.XVIII). Monumento Histórico Provincial y Nacional, la que lamentablemente aun no ha sido restaurada debidamente. En su antigua iglesia (1811) sobresalen muros originales, puertas y rejas del siglo XVIII y un excelente conjunto de piezas muebles, talladas en un barroco mestizo siendo la más antigua la propia Imagen de la Pura y Limpia Concepción, y la pila bautismal de piedra, del año 1765. En 1825, la Cámara de Representantes de la Provincia disolvió el sistema comunitario de las Reducciones Franciscanas y selló su decadencia. Itatí no ajeno a esto decayó también al perder autonomía y al disolverse su organización que la había convertido en la mayor prueba de la labor evangélica de los franciscanos en la región” (Gonzalez Azcoaga).

8 El Emblema Franciscano : "los brazos cruzados de Cristo y Francisco" Los primeros escudos con los brazos cruzados que han llegado hasta nosotros son del siglo XV. Durante la cuarta parte de este siglo y bien entrado el XVI, el brazo de Cristo, desnudo o con manga, se halla a la izquierda del que mira, mientras que el de Francisco, siempre con hábito, está a la derecha, y ambos dentro de un campo limitado por un cordón. El primer escudo que ha llegado hasta nosotros, restos de taracea de un banco del siglo XV de la iglesia de San Francisco de Celano. Aparecen los brazos de Cristo y de Francisco cruzados y, mientras el de Cristo nos muestra la llaga de la mano, la mano de Francisco sostiene una cruz. En el siglo XVI se cambia la posición, el brazo de Cristo pasa a ocupar la parte derecha del campo, mientras que el de Francisco pasa a la izquierda. Posteriormente se incluirá la cruz entre los dos brazos. El símbolo de los brazos cruzados y la cruz aparece en todos los escudos de los Ministros generales de los Franciscanos Conventuales a partir del Ministro general José María Baldrati de Ravena (1725-1731). Este mismo símbolo lo asume en su escudo Clemente XIV (1769-1774) durante su pontificado. La difusión del escudo franciscano de los brazos cruzados de Cristo y de Francisco se lleva a cabo durante el generalato de Francisco Sansón (1475-1499), quien a través de las muchas obras de arte que encarga y dona a las iglesias de Asís, Padua, Florencia, Brescia..., hace que se convierta en el escudo propio de la Orden Franciscana. El significado del escudo es la conformidad de Francisco con Cristo: el crucificado del Alverna con el Crucificado del Gólgota. En algunos escudos se llega a una conformidad tal, como se ve en un escudo del Sacro Convento de Asís (1478) en que aparece una cruz grafiada y las manos clavadas en ella. Mucho más realista es el escudo que aparece en la edición del libro De conformitate (Sobre la conformidad de la vida de San Francisco con la vida de Jesucristo) de Bartolomé de Pisa, en 1513, en el que ya aparece el brazo de Cristo a la derecha y el de Francisco a la izquierda y clavados en una cruz (Redondo).

9 Orígenes e historia de la Cruz de Tierra Santa: No se dispone de informaciones ciertas sobre los orígenes de este famoso símbolo. El signo, que muchos han asociado con el reino que fundaron los cruzados en 1099, en realidad aparece sobre monedas, sellos y banderas que nada tienen que ver con el mundo de los cruzados. Es verdad, sin embargo, que con los cruzados la Cruz de Jerusalén adquirió, además del espiritual, un significado político y de identidad territorial. Lo más probable es que la Cruz de Jerusalén sea la evolución de una cruz griega con puntos, en el lugar donde están las cruces más pequeñas, usada por las primeras comunidades cristianas de Oriente Medio en la época romana, miles de años antes de las primeras cruzadas. De hecho, muchos de los antiguos objetos encontrados en distintas localidades de Tierra Santa nos hacen pensar en la Cruz de Jerusalén, incluidos algunos mosaicos en los que aparece exactamente igual a la actual. Este ha sido el motivo por el que los franciscanos de Tierra Santa la han adoptado (La Cruz de Tierra Santa).

 

10 “En la visión inaugural del Señor resucitado en el Apocalipsis, una espada sale de su boca. Significa también lucha y discernimiento; es decir, que la espada de la Palabra hiere y mata al discernir lo verdadero de lo falso. Pero también cura y vivifica. Al eliminar el error, la mentira y todo elemento discordante que niega la paz, libera para el conocimiento penetrante de la verdad” (Triviño, 1988).

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